Este segundo viaje que he hecho por esta parte de África me ha dejado con muchas ganas de continuarlo más adelante. No ha sido sencillo, pero ha valido las penas y los sufrimientos pasados. También muy enriquecedor, según he ido recabando información de los paisanos con los que he estado hablando. Todo lo que me han contado y todo lo que he leído en libros y bibliotecas públicas lo he reflejado fielmente en este blog. No he inventado nada. Todo ha surgido día a día, pueblo a pueblo, ciudad a ciudad.
Sólo tengo una convicción: pronto volveré a África. Aún me queda bastante por ver.
3 mar 2011
2 mar 2011
Bobo' y Ouaga'
A poco más de hora y media de guagua de Banfora, ya de vuelta hacia Ouagadougou, se encuentra Bobo-Diulaso la ciudad burkinabesa preferida desde hace muchos años por los viajeros, y considerada como la capital musical de Burkina, donde es posible encontrar, casi todas las noches, actividades teatrales o musicales en muchos de sus innumerables bares locales y cerveza barata.
De sencillísimo movimiento a través de sus anchas y bien cuidadas calles -aunque no dejan de estar sucias debido a la cantidad de bolsas de plástico tiradas por muchos sitios o la arena del arcén que cubre parte del asfalto y que lo hace polvoriento al pasar los vehículos- y de relajada vida de sus vecinos. Es una gran ciudad, la segunda, de estilo colonial, donde todavía quedan en pie muchas casas de las étnias Bobo y Diula.
Opté por coger nuevamente el bus TCV ya que ya me conocía algo la zona donde tiene su estación, junto al Grand Marché porque la vez anterior me dio tiempo, mientras esperaba la hora de salida, de pasear un poco por los alrededores. Un par de calles dirección N. se encuentra el hotel Handulaye (8.300cfa pero me lo bajaron a 7.500cfa llorándoles un poquito) en un goudrón (pequeña calle) de tierra que se encuentra en obras al igual que los edificios colindantes. Así que la polvajera y el ruido es constante hasta que anochece y se acaban los trabajos.
Llegué a media mañana y comenzé a rular por la ciudad buscando la oficina turística para tener información de los actos que se van a celebrar estos días y conseguir un dichoso mapa del país que no hay manera de encontrar en ningún lado. Por las calles se venden sólo de Europa o África. Tras mucho preguntar, y patear algo perdido, al final parece ser que la han trasladado mucho más lejos y ya dejé de volverme más loco buscándola. Tampoco era tan imprescindible. De casualidad en una librería encontré uno malillo a precio "de turista japonés". Ya entiendo porqué muchos de los africanos no sienten realmente su país. Ni siquiera en el cole les enseñan geografía, por lo que casi la desconocen. Demasiado liado están con buscarse lo francos para comer, pensar en la grandísima suerte de llegar a ser futbolista en Europa o en beber cervezas a cualquier hora del día, algo que me ha sorprendido enormemente en una nación tan necesitada como es ésta.
Al atarecer pasé a visitar su enorme Mercado, uno de los mejores del oeste de África por su estructura. Cierra a la 6 de la tarde y cantidad de seguridad cuidan en sus varias entradas, amenazantes porra en mano, que nadie intente entrar fuera de hora.
En su lado E. se encuentra la Mezquita vieja, frente a la parte antigua, construída por los primeros habitantes del barrio en 1.880, un hermoso ejemplo de arquitectura Sudanesa. Cuesta 1.000cfa la visita que incluye un guía (45min).
Para visitar la parte antigüa (1.000cfa) es necesario ir con un vecino que haga de guía -precio a convenir- para poder ver bien parte de ella y conocer detalles que yendo sólo se dejarían pasar. Bobo' tiene un pequeño museo donde exiben antiguas máscaras ceremoniales, algunas copias de fotos antiguas con sus pobladores posando, orfebrería, una sala de arte moderno y en el exterior reproducciones de una vivienda Bobo y otra Peúl.
De esta ciudad sólo puedo decir que de mis viajes por Marruecos, Senegal, Gambia, Ghana, Togo y Benin es donde más gente indeseable y antipática he encontrado. Desde la gente joven hasta los mayores pasanso por los prepotentes trabajadores de banco y expendedores de billetes de bus, insistentes y pesadísimos vendedores que quieren vender cualquier cosa -lo primero que trinquen- aunque se les diga que no, o irrespetuosos conductores que son capaces de golpear con sus vehículos a los transeúntes tan sólo por el poder que les otorga conducir. Como en los otros países africanos, nada más subirse al volante, se transforman en bestias sin sentido común. Menos mal que no son todos!!.
Y ya, como parte final de mi viaje, la capital Ouagadougou, ha marcado el punto final de estos casi cuatro meses de correrías por algunos países de África Occidental, segunda parte de una serie de viajes que he querido hacer por esta zona del continente.
Estos últimos días he coincidido con la FESPACO, el Festival Internacional de Cine Africano, que se celebra cada dos años. Los capitalinos están hechos unos cinéfilos debido a estos acontecimientos. Muestra de ello son los llenos absolutos de al menos las películas que he pasado a ver. Será quizás porque muchos pases son gratis...?. La cosa es que los hoteles están llenos, las calles también, pero de blancos, y los precios de muchos artículos los han subido.
Los pequeños conciertos abundan por toda la ciudad al atardecer, y renombrados cantantes africanos, como Salif Keita entre otros, tienen previsto estos días su participación.
La plaza del pueblo se ha habilitado como centro de encuentro y gastronómico, destacando las barbacoas de pinchos de todo tipo, pollos, pintades, cerdos, alloco..., y las cervezas. La mayoría de la gente va a beber "su" cerveza, Brakina, en grupo, y terminan bailando entre las mesas. Se las cojen buenas. Los precios son carillos. La excusa es el festival y la cantidad de gente que mueve. Hay pases de modelos de tendencias africanas, actuaciones teatrales en el edificio central, una feria de artesanía de muchos países de los alrededores.
La guagua de la compañía TCV que me traía de Bobo se detuvo en su estación, cerca del aeropuerto, varios kilómetros más al sur del centro neurálgico que es su mercado (Grand Marché). Subí a un taxi y pedí que me llevara hasta la Grand Mosquée donde hay varios hoteles económicos. Tras preguntar precios opté por el hotel Delwende (12.500cfa/climatizado) con una enorme terraza en la primera planta, junto a las habitaciones, que da a la misma calle del mercado. A su alrededor infinidad de tienditas y puestos ambulantes dan vida a todas las pequeñas calles donde se mezclan vendedores, compradores, motos, taxis y algún que otro turista. Hay varios pequeños restaurantes y puestos callejeros con platos de calidad y muy económicos. A pocos metros, la Avenida de la Nación, acoge a las tiendas, agencias de viajes y oficinas más modernas del país.
Es la ciudad más grande y más vibrante de Burkina, con una población que supera el millón y medio de habitantes donde parece que todos sus ciudadanos viajan en motocicletas y ciclomotores porque es tal la cantidad que circula por las calles -se estima que hay más de 500.000- junto a coches, taxis y guaguas, que cruzar llega a ser un trance. Los aparcamientos siempre están a tope de ellas, colocadas paralelas detrás de cuerdas que hacen de recinto. Son vigiladas por alguien que se encarga de cobrar (50cfa), de ordenar y de paso evitar robos, que los hay. Los que no se pueden permitir ese lujo se mueven en taxis compartidos, los taxis verdes, que recogen o dejan a los pasajeros en cualquier lugar de la ciudad (entre 200cfa y 400cfa). El precio es más alto después de las 1o de la noche y puede llegar a 1.000cfa. Hay unas pocas guaguas públicas pero el sevicio es muy escaso teniendo que esperar mucho por ellas. Es mejor moverse en taxi porque llegan a alcanzar cualquier lugar que se le pida al taxista, que tan sólo debe salirse del itinerario para luego retroceder y continuar para dejar a los otros, y al mismo precio.
Al igual que muchas capitales africanas sus ciudadanos son extremadamente amables y curiosos. Incluso son capaces de identificar por el propio color cuando un negro viene de vivir de Europa pues han perdido ese intenso color rematado que produce el incesante sol y que todos tienen. Terminar en este lugar fue un acierto. Compartir mis últimos días de viaje con tanta gente que he conocido en estos días de cine, música y bailes me ha dejado entusiasmado.
Sentado en la terraza, frente a mi habitación, tanto por la mañana como al anochecer observando la vida pasar allá abajo ha sido un deleite. Esto ha marcado el final del viaje. No podía haber sido mejor.
De sencillísimo movimiento a través de sus anchas y bien cuidadas calles -aunque no dejan de estar sucias debido a la cantidad de bolsas de plástico tiradas por muchos sitios o la arena del arcén que cubre parte del asfalto y que lo hace polvoriento al pasar los vehículos- y de relajada vida de sus vecinos. Es una gran ciudad, la segunda, de estilo colonial, donde todavía quedan en pie muchas casas de las étnias Bobo y Diula.
Opté por coger nuevamente el bus TCV ya que ya me conocía algo la zona donde tiene su estación, junto al Grand Marché porque la vez anterior me dio tiempo, mientras esperaba la hora de salida, de pasear un poco por los alrededores. Un par de calles dirección N. se encuentra el hotel Handulaye (8.300cfa pero me lo bajaron a 7.500cfa llorándoles un poquito) en un goudrón (pequeña calle) de tierra que se encuentra en obras al igual que los edificios colindantes. Así que la polvajera y el ruido es constante hasta que anochece y se acaban los trabajos.
Llegué a media mañana y comenzé a rular por la ciudad buscando la oficina turística para tener información de los actos que se van a celebrar estos días y conseguir un dichoso mapa del país que no hay manera de encontrar en ningún lado. Por las calles se venden sólo de Europa o África. Tras mucho preguntar, y patear algo perdido, al final parece ser que la han trasladado mucho más lejos y ya dejé de volverme más loco buscándola. Tampoco era tan imprescindible. De casualidad en una librería encontré uno malillo a precio "de turista japonés". Ya entiendo porqué muchos de los africanos no sienten realmente su país. Ni siquiera en el cole les enseñan geografía, por lo que casi la desconocen. Demasiado liado están con buscarse lo francos para comer, pensar en la grandísima suerte de llegar a ser futbolista en Europa o en beber cervezas a cualquier hora del día, algo que me ha sorprendido enormemente en una nación tan necesitada como es ésta.
Al atarecer pasé a visitar su enorme Mercado, uno de los mejores del oeste de África por su estructura. Cierra a la 6 de la tarde y cantidad de seguridad cuidan en sus varias entradas, amenazantes porra en mano, que nadie intente entrar fuera de hora.
En su lado E. se encuentra la Mezquita vieja, frente a la parte antigua, construída por los primeros habitantes del barrio en 1.880, un hermoso ejemplo de arquitectura Sudanesa. Cuesta 1.000cfa la visita que incluye un guía (45min).
Para visitar la parte antigüa (1.000cfa) es necesario ir con un vecino que haga de guía -precio a convenir- para poder ver bien parte de ella y conocer detalles que yendo sólo se dejarían pasar. Bobo' tiene un pequeño museo donde exiben antiguas máscaras ceremoniales, algunas copias de fotos antiguas con sus pobladores posando, orfebrería, una sala de arte moderno y en el exterior reproducciones de una vivienda Bobo y otra Peúl.
De esta ciudad sólo puedo decir que de mis viajes por Marruecos, Senegal, Gambia, Ghana, Togo y Benin es donde más gente indeseable y antipática he encontrado. Desde la gente joven hasta los mayores pasanso por los prepotentes trabajadores de banco y expendedores de billetes de bus, insistentes y pesadísimos vendedores que quieren vender cualquier cosa -lo primero que trinquen- aunque se les diga que no, o irrespetuosos conductores que son capaces de golpear con sus vehículos a los transeúntes tan sólo por el poder que les otorga conducir. Como en los otros países africanos, nada más subirse al volante, se transforman en bestias sin sentido común. Menos mal que no son todos!!.
Y ya, como parte final de mi viaje, la capital Ouagadougou, ha marcado el punto final de estos casi cuatro meses de correrías por algunos países de África Occidental, segunda parte de una serie de viajes que he querido hacer por esta zona del continente.
Estos últimos días he coincidido con la FESPACO, el Festival Internacional de Cine Africano, que se celebra cada dos años. Los capitalinos están hechos unos cinéfilos debido a estos acontecimientos. Muestra de ello son los llenos absolutos de al menos las películas que he pasado a ver. Será quizás porque muchos pases son gratis...?. La cosa es que los hoteles están llenos, las calles también, pero de blancos, y los precios de muchos artículos los han subido.
Los pequeños conciertos abundan por toda la ciudad al atardecer, y renombrados cantantes africanos, como Salif Keita entre otros, tienen previsto estos días su participación.
La plaza del pueblo se ha habilitado como centro de encuentro y gastronómico, destacando las barbacoas de pinchos de todo tipo, pollos, pintades, cerdos, alloco..., y las cervezas. La mayoría de la gente va a beber "su" cerveza, Brakina, en grupo, y terminan bailando entre las mesas. Se las cojen buenas. Los precios son carillos. La excusa es el festival y la cantidad de gente que mueve. Hay pases de modelos de tendencias africanas, actuaciones teatrales en el edificio central, una feria de artesanía de muchos países de los alrededores.
La guagua de la compañía TCV que me traía de Bobo se detuvo en su estación, cerca del aeropuerto, varios kilómetros más al sur del centro neurálgico que es su mercado (Grand Marché). Subí a un taxi y pedí que me llevara hasta la Grand Mosquée donde hay varios hoteles económicos. Tras preguntar precios opté por el hotel Delwende (12.500cfa/climatizado) con una enorme terraza en la primera planta, junto a las habitaciones, que da a la misma calle del mercado. A su alrededor infinidad de tienditas y puestos ambulantes dan vida a todas las pequeñas calles donde se mezclan vendedores, compradores, motos, taxis y algún que otro turista. Hay varios pequeños restaurantes y puestos callejeros con platos de calidad y muy económicos. A pocos metros, la Avenida de la Nación, acoge a las tiendas, agencias de viajes y oficinas más modernas del país.
Es la ciudad más grande y más vibrante de Burkina, con una población que supera el millón y medio de habitantes donde parece que todos sus ciudadanos viajan en motocicletas y ciclomotores porque es tal la cantidad que circula por las calles -se estima que hay más de 500.000- junto a coches, taxis y guaguas, que cruzar llega a ser un trance. Los aparcamientos siempre están a tope de ellas, colocadas paralelas detrás de cuerdas que hacen de recinto. Son vigiladas por alguien que se encarga de cobrar (50cfa), de ordenar y de paso evitar robos, que los hay. Los que no se pueden permitir ese lujo se mueven en taxis compartidos, los taxis verdes, que recogen o dejan a los pasajeros en cualquier lugar de la ciudad (entre 200cfa y 400cfa). El precio es más alto después de las 1o de la noche y puede llegar a 1.000cfa. Hay unas pocas guaguas públicas pero el sevicio es muy escaso teniendo que esperar mucho por ellas. Es mejor moverse en taxi porque llegan a alcanzar cualquier lugar que se le pida al taxista, que tan sólo debe salirse del itinerario para luego retroceder y continuar para dejar a los otros, y al mismo precio.
Al igual que muchas capitales africanas sus ciudadanos son extremadamente amables y curiosos. Incluso son capaces de identificar por el propio color cuando un negro viene de vivir de Europa pues han perdido ese intenso color rematado que produce el incesante sol y que todos tienen. Terminar en este lugar fue un acierto. Compartir mis últimos días de viaje con tanta gente que he conocido en estos días de cine, música y bailes me ha dejado entusiasmado.
Sentado en la terraza, frente a mi habitación, tanto por la mañana como al anochecer observando la vida pasar allá abajo ha sido un deleite. Esto ha marcado el final del viaje. No podía haber sido mejor.
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