4 nov 2011

Bonsoir, Costa de Marfil

Para no realizar el trayecto de entrada a Costa de Marfil demasiado largo y pesado, decidí detenerme en Sikasso y desde allí, al día siguiente, salir temprano en el primer bus de la mañana. Es la tercera ciudad más grande del país, se encuentra a 370kms de Bamako (7 horas de bus) y cerca de las fronteras de Burkina Faso y Costa de Marfil. La región de Sikasso es la más fértil de todo Mali sin haber ningún río que la riegue. Su situación geográfica origina un terreno rico y fértil gracias a las continuas precipitaciones. Es conocida por la existencia de una amplia comunidad senoufo, caracterizada por las construcciones de casas redondas de adobe (banco) con tejado cónico de paja. Predominan también los Bambaras, Bobos, Dioulas, Miniankas, Peúles, Samagos y Wassalunkeses.
Cuando el chófer comunicó el final del trayecto, me dirigí hacia la estación principal de guaguas para localizar, entre muchas otras, una compañía que viajase a C. de M. -que yo pudiera considerar más fiable- y por otro lado el hotel donde me quería quedar. Estábamos en el barrio de Samabougou, a varios kilómetros del centro, en la Gare Routiere. Tras controlar par de ellas me pude hacer una ligera idea: la Compañía Sama parecía la que mejores vehículos tenía aparcados en “su propio recinto”. Todas las mañanas hay salidas a las 5:00, 9:00 y 12:00. La misma suerte hizo que todo estuviera también a unos pocos cientos de metros y así no tener que moverme en taxis en busca de una cosa y otra. El pequeño hotel Solo Khan, donde me quedé, está junto a la estación y dispone de habitaciones muy baratas, entre 4.000cfa y 8.000cfa. La barata con baños a base de cubos de agua. En la parte alta se hospeda un grupito de prostitutas que esperan a los clientes al anochecer sentadas en unas sillas en su mal cuidado jardín. Un pequeño restaurante a la entrada sirve comidas caseras y bebidas alcohólicas a buen precio. Un empleado del hotel se encargaría, mientras yo descansaba del viaje en la cama de mi habitación, de comprarme el billete de bus para salir el día siguiente hacia Bouaké (11.000cfa) y así ganarse una pequeña propina de la compañía. Así mismo, aprovecharía para leer un poco sobre el país en la guía de viaje Petit Futé (el único libro fiable que he encontrado de C. de M.) que traía conmigo. Saqué en conclusión que debía de bajarme en Korhogo y olvidarme de Bouaké porque no me pareció tan interesante. Aunque no suele ser visitado por turistas, en Sikasso hay varios lugares que merecen ser explorados, pero el cansancio que traía del viaje me hizo desistir de coger taxis compartidos para trasladarme hasta el centro y preferí quedarme cerca del hotel para así poder caminar por los alrededores y terminar sentándome tranquilamente a beber algunas cervezas, a buen precio, en un maqui con música y gente muy amable. Me pareció un escenario muy tranquilo, ameno y lleno de vida pues es un lugar de paso de cientos y cientos de paisanos que viajan entre los países de los alrededores. Hay una amplia selección de compañías y casi todas con distintos precios y calidades de vehículos, desde las más modernas (sin climatización) hasta la más destartalada que posiblemente no llegue a su hora al destino. O simplemente no llegue!!
Al siguiente día, a las nueve de la mañana debía de salir hacia Abidjan en el bus de la compañía Sama Transport, aquella que yo creía que podría ser de las más seriecitas y con mejores vehículos de todas las que se encontraban en la amplia estación de guaguas de Sikasso, pero no sucedió así. Durante el tiempo de espera fueron llegando algunas que se dirigirían a otros lugares, incluso dos muy nuevas de la compañía chicharrera Titsa, de asientos duros, que parece ser la han donado (?) a Mali, y mientras por los altavoces se comunicaba sus destinos, los pasajeros, que se notaba que llevaban ya mucho tiempo esperando, se abalanzaban cargados con todo tipo de bártulos hacia las puertas para poder subir los primeros. Me parecía todo tan irracional!
Estuve constantemente preguntando a diferentes empleados, algunos repulsivamente desagradables, pero nadie sabía a que hora iba a llegar la mía, y parece ser que la que tenía que salir a las 5 de la mañana tampoco había llegado, por lo que cantidad de gente esperaba igualmente. Y yo “sin saberlo”, porque nadie decía nada. A las 10:30 apareció la que tenía que haber salido a las 05:00. El jefe de estación me dijo que ésa no era la mía, “que esperara”, que la mía “estaba llegando”. Por lo que volví nuevamente a mi asiento de la sala de espera. Pero había algo que no me cuadraba. Me acerqué al desordenado grupo que se amontonaba en la puerta, observé los billetes que algunos tenían en sus manos y pude ver que la mayoría tenían escrito las 5A.M., pero otros las 9A.M., por lo que volví a preguntar y me dijeron que ésa era a la que debía subir… su PutaMadre!!!!.. Ya había pasado demasiado tiempo y cabía la posibilidad que me pudiera quedar fuera!! No me apetecía nada seguir esperando sin sentido mas tiempo allí en esa maldita estación. Rápidamente fui a recoger mis mochilas e intentar infiltrarme entre toda esa gente que aún quedaba en la puerta esperando entrar mientras un ramplón empleado recogía los billetes y otro sentado en el asiento junto a la escalinata de acceso apuntaba en una hoja de papel (obligatoria para mostrar a los policías de carretera) los nombres de todos los que iban entrando. Por una vez iba a hacer lo que muchos de estos negros han estado haciendo conmigo durante los últimos seis meses de viaje… colarme por la puta-cara y pasar de todo!!. Como hice, tras forcejear la posición para estar cerca del individuo que recogía el billete y autorizaba subir. La situación era cuanto menos rocambolesca, luchando casi infructuosamente con varios individuos a la vez, pues son unos máquinas colándose… se colaban de mí mientras yo intentaba colarme de otros!!... Y conseguí al final el penúltimo asiento que quedaba junto a una señora que había puesto unos bolsos sobre el sillón de al lado, que guardaba para nadie!!.
Una vez dentro, el tiempo seguía pasando y el calor era ya tórrido, ofensivo, humillante. Todos esperábamos que apareciera el chófer y pusiera en marcha el vehículo, un viejo trasto, al que no le entraba ni mi mochila en el maletero, ya que estaba llena de enormes bultos que transportaban los marfileños que regresaban a su tierra tras pasar bastantes meses alejados de sus familias, o de sus casas, huyendo de una corrompida guerra fomentada por los Putos gabachos en beneficio de su “Puta” Francia. Tuve que ponerla junto a las escaleras de la puerta trasera, donde suelen poner cantidad de bártulos impidiendo de esta manera poder bajar, enganchada a la parte trasera del asiento para que no se cayera por el hueco de la escalera.
En fín, salimos algo más de las 11 y aunque el trayecto hasta Zegoua, la frontera con Costa de Marfil, se realizó en 3 horas, los exhaustivos controles aduaneros en los que debíamos de bajar del vehículo para mostrar nuestras pertenencias, se sumó el tiempo que perdí con mi despiste al no sellar la salida del país en mi pasaporte en el puesto de inmigración maliense. Y es que el acompañante del chófer que se encargó de recoger la documentación de todos los pasajeros para mostrárselas a los policías, me devolvió el pasaporte sin decirme nada más y yo, confiado, continué sentado en mi asiento y disfrutando del paisaje hasta que volvimos a bajar mas adelante para una nueva inspección de pertenencias, tras lo cual me dicen que espere al otro lado del garito de la policía y que no era necesario enseñar la documentación. Y eso fue lo que me mosqueó. De suerte que pregunté donde estaba inmigración de Mali... Extrañados me dijeron que hacía más de 5kms que habíamos pasado la frontera maliense!!. Atención, que me encontraba en Costa de Marfil sin sello de entrada y sin sello de salida de Mali!!. Les eché la culpa de no haberme avisado en su momento ya que yo no conocía el lugar ni el procedimiento a seguir. El acompañante del chófer que me había indicado en todo momento más adelante… más adelante… era culpable de la situación en la que me encontraba: ilegal sin yo quererlo!!. Se lo recriminé pero simplemente negó los hechos. En seguida se formó un coro de viajeros a mi alrededor escuchándome protestar. Los encargados de la guagua me decían que no había problema, que regresara y que me sellarían el pasaporte sin problema. Les pregunté si me iban a esperar, pero las caras y gesticulaciones de algunos de los pasajeros presagiaba lo que me iba a ocurrir… me quedaría en tierra a la espera de otra guagua para continuar el viaje!!. Entre los dos pasos de fronteras hay una oficina de la compañía y su encargado me dijo que esperara por la siguiente que no tardaría en pasar. Así que, sin otra alternativa, tuve que subir a un moto-taxi, recular hasta el puesto de frontera de Mali y explicar mi situación al policía, que tampoco puso mucho interés en mi error, pero sí en reclamarme la consiguiente tasa corrupta que le demanda a todos los negros que pasan por su puesto (…1.000cfa), aunque en mi caso su pretendido “cadeau” era de 2.000cfa. Con una ligera sonrisa y tras unas bromitas futboleras le dije que no iba a apoyar la corrupción y eso que estaba pidiéndome era una ilegalidad. Con contundencia me dijo que todos pagan, y volví a recordarle que cometía un acto de corrupción y que su gobierno ya le pagaba a él por sellarme el pasaporte e inscribirme en una hoja de papel. Al final lo dio por imposible y me devolvió el pasaporte sin llevarse nada a su bolsillo a cambio. Por lo que he visto, deduzco que como aquí en África nadie paga impuestos, la única manera recaudatoria es obligar a todos a pagar en los controles policiales, fronterizos, estaciones de transportes, o por el uso de la carretera que pasa cerca de una urbe. De vuelta, tuve que quedarme en medio de las dos fronteras a la espera que la siguiente guagua de la misma compañía, la de las 12AM, llegara y me concediera un asiento para poder continuar el trayecto. Como así ocurrió, hacia las 3 de la tarde.
Me había dado tiempo más que de sobra para decidir que definitivamente me bajaría en Korhogo en vez de continuar hasta Bouaké ya que sería 190kms más y se haría de noche casi seguro llegando a la primera ciudad. Y nuevamente tuve que volver a pasar el mismo control aduanero de C. de M. pero esta vez de más de una hora porque en esta guagua venían algunas mujeres con enormes bolsos llenos de mercancía, otras con cantidad de trajes y pareos y se tenía que controlar todo minuciosamente para que pagaran los impuestos correspondientes. Cuando me disponía a pasar el control me dice el policía jefe que no me sella el pasaporte porque no tienen sello de entrada al país y lo debía de hacer en la siguiente ciudad donde me bajara de la guagua!! Ya era demasiado. No podía ser lo que estaba oyendo…y viendo…y sucediendo!!
El trayecto lo continué pero rezongando: esto es África y cualquier cosa puede ocurrir…, incluso que más adelante un policía listillo quiera sacar “tajada” de este hecho con cualquier rocambolesco pretexto… No podría demostrar por dónde ni en que fecha había entrado al país!! Mientras oscurecía, de fondo, resplandecientes relámpagos iluminaba el horizonte presagiando mucha lluvia, fuimos haciendo varias paradas para que descendieran algunos viajeros (Niele, Ouangolodougou y Ferkessédougou).
Al final llegamos a Korhogo a las 22:30, por lo que decidí definitivamente quedarme en esta ciudad. Algunos motos-taxis esperaban para trasladar a los viajeros a sus respectivos destinos. Uno se me acercó y me pidió primeramente 1.000cfa y aunque no era la hora adecuada para estar luchando mucho por el precio del trayecto, le ofrecí 500cfa (durante el día son 200cfa) y le dije que me llevara hasta el hotel Le Non-Stop (5.500cfa/baño y ventilador), bastante bien situado, limpio, amplio y jardín exterior con mesas para comer o beber junto al restaurante. La lluvia caída varias horas antes dejó la noche muy agradable y mientras circulábamos por sus iluminadas, amplias y limpias calles se podía augurar buen ambiente.
A la mañana siguiente, Mohamed, el propietario del hotel me acompañó en su moto a la gendarmería para que me sellaran el pasaporte. El jefe policial tras hacerme unas preguntas y con expresión seria me dijo que tampoco tenía sello de entrada por lo que me puso uno del departamento y me escribió “Visto al Pasar” que según él era suficiente. Pero aún así no quedé del todo tranquilo. Sigo pensando que esto es África…. Luego fuimos a uno de los supermercados más grande de la ciudad porque quería comprar algunas cosillas para el hotel y de paso aproveché para controlar los precios de los artículos en este país, cosa que suelo hacer siempre para tener una referencia sobre lo que iré, por norma general, a pagar. De vuelta pasamos por la oficina de turismo que dirige Jean Kouaken, un popular guía entradito en años que llevaba más de diez fuera del país debido a la guerra y había vuelto hacía poco para comenzar un proyecto turístico en su ciudad. Tras las presentaciones y explicaciones de lo que intenta hacer, que no es otra cosa que promover la vuelta de los turistas a esta parte del país que fue tan machacada por la guerra que hasta hace poco se libraba en todo el país, y formar a unos jóvenes como guía turísticos, me detalló una ruta por los alrededores para explorar una serie de poblados, que a la vez él también estaba deseoso de visitar después de tantos años. Quedamos para realizarlo al siguiente día. En vista de que no teníamos medio de transporte intenté alquilar una moto a un pibe del pueblo. Después de haber quedado en el precio (6.000cfa hasta las 4 de la tarde) y tras probarla la rechacé porque no me proporcionaba ninguna medida de seguridad, pues los frenos apenas funcionaban. Luego, Mohamed me ofreció desinteresadamente la suya, una Scooter que nos vendría de maravilla para el tipo de carretera de aquí. Aunque al final le daría los 6.000cfa.
Esa noche quedamos para ir a un maqui “de copas y baile”, con un buenísimo ambiente. Se vendría con nosotros Liliane, una amiga de Jean que hablaba algo de español y que estaba muy interesado en introducirla en su “equipo” de guías para trabajar con los posibles turistas españoles. Era miércoles y había bastante gente de fiesta. Bebimos algunas cervezas (que tuve que pagar yo, claro) y bailamos. Lo único que podía decir al llegar a mi habitación, aunque me advirtieron que tuviese mucho cuidado por la noche, es que al menos esta parte del país es muy tranquila y la gente extremadamente amable. No hay peligro alguno.
Siempre me ha resultado interesante conocer la historia de los lugares que visito para entender no sólo su arte sino también su cultura y Jean es un "personaje" y bastante inteligente. Hemos estado largo tiempo hablando y me ha contado muchas cosas de su país. Una gran mayoría de los habitantes de las comunidades de Korhogo son Senufos, herederos de centenarias tradiciones artesanales que llevan a la práctica con una maestría admirable y sorprendente: son tejedores, herreros, pintores, ebanistas o ceramistas. Cada poblado está especializado en una disciplina artística en las que por lo general suelen participar directa o indirectamente todos los miembros de la comunidad que parecen, por cierto, vivir en paz y armonía tanto en su entorno natural, entre los que parecen camuflarse sus poblados apenas perceptibles desde las escasas carreteras que cruzan el país, como con las comunidades vecinas con las que mantienen unas excelentes relaciones.
Inicié el recorrido cultural programado a la mañana siguiente en busca de los poblados más conocidos por sus trabajos. Jean se sentaba atrás mientras yo hacía de chófer atendiendo a sus indicaciones. Atravesamos cultivos de sorgo, mijo, batatas y arrozales, así como de algodón, que es su principal fuente de ingresos y algunos pequeños barrios al borde de la carretera. El primero que visitamos fue Waraniénié que se encuentra a 4kms al sur de Korhogo, por una desolada carretera de tierra llena de socavones. Nuestra primera visita sería al taller de fabricación de telares tradicionales. En sus mejores tiempos, antes de la guerra, en la entrada del poblado se hallaba ubicado más de 350 telares que eran utilizados por más de 500 tejedores y aprendices a los que había que sumar la labor de expertas hilanderas que se encargaban de bordar y coser las telas con el objetivo de crear auténticas obras de arte. Actualmente se encuentran operativos muchos de ellos pero sin llegar a tanta cantidad. Los artesanos, hombres y niños, realizan su labor manejando rudimentarios telares a la vista de curiosos, de turistas y de los responsables que vigilan la buena marcha de las labores, mientras las mujeres charlan animadamente entre ellas y dan vida a ingeniosas mantelerías, camisas, vestidos y graciosas muñecas de tela. El resultado del trabajo es expuesto al público y es posible comprarlo in situ, sin intermediarios, pudiendo adquirirse auténticas maravillas manufacturadas a precios razonables que son previamente establecidos por los miembros de la comunidad. Puede que sea uno de los pocos lugares de África en los que el regateo no impera. Seguidamente paseamos por el poblado mientras Jean iba saludando a todos los vecinos. Se llevaban una gran alegría al verse nuevamente juntos después de transcurrido tanto tiempo. A muchas de las jóvenes que ahora están casadas y con hijos las recordaba de pequeñitas. Se respiraba, por consiguiente, un gran regocijo en el ambiente. Continuamos recorriendo el pueblo y visitando algunos hogares. Las viviendas se caracterizan por ser construcciones de ladrillos de adobe y techo de rafia y otras de cemento con techos de Uralita a dos aguas, que son más modernas, y delimitadas algunas por altos muros que la separa de la vida comunal, signo inequívoco de lo bien que ha marchado el negocio de los tejidos. Al pasar junto al bosque sagrado, que se encuentra al otro lado del poblado, nos detuvimos un buen rato. Jean me contaba que los senufos poseen asociaciones secretas, dividas entre el Culto Poro para los niños y el Culto Sakrobundi para las niñas. El objetivo de estos cultos es conservar las tradiciones grupales, enseñarles las costumbres tribales e inculcarles el autocontrol por medio de rigurosas pruebas. El joven es llevado al interior del bosque donde pasará mucho tiempo aprendiendo con el sacerdote. Es lo que se llama la Ceremonia de Iniciación, que se celebra en el interior del bosque sagrado (Sinzanga o Tchologo) con la circuncisión, el aislamiento, la instrucción, y la utilización y los conocimientos de las máscaras ceremoniales. Se prohíbe a un verdadero iniciado en el bosque sagrado revelar estos secretos.
Esta particular educación de los jóvenes se divide en tres periodos de siete años cada uno, llegando hasta los 28 años. Pueden incluso hacer retiros periódicos de un mes aproximadamente. Las mujeres en cambio se pueden iniciar en una primera etapa tras la cual si se ven obligadas a casarse pueden continuar la iniciación después de la menopausia.
Los tres ciclos de iniciación divididos en períodos de siete años cada uno son:
- El Kouord, que se lleva a cabo durante el período de la adolescencia. Aprende ciertas tareas concretas, palabras esenciales, fundamentos de la vida de la comunidad, es obligado a realizar sacrificios personales y a aprender el oficio de confección de su vestimenta.
- El Tcholo, lleva al iniciado a filosofar sobre el sentido de la vida. Durante esta etapa, se le revelará muchos secretos particulares sobre la teología, la filosofía y la vida en comunidad.
- El Kaffono, conduce a la suprema sabiduría y la adhesión al círculo cerrado de los iniciados que portan las máscaras ceremoniales que están guardadas con mucho recelo en el bosque.
En Korhogo, cada comunidad cuenta con un bosque sagrado donde se desarrolla ese entrenamiento y donde no se permite el ingreso de las personas que aún no se han iniciado. Sólo algunas de estas ceremonias rituales pueden ser observadas por los visitantes, como los rituales espontáneos de las danzas de los hombres pantera, a la que hay que ser previamente invitado, a no ser que se prepare específicamente para los turistas. En este caso, habría que llegar a un acuerdo económico con el jefe del poblado para que prepare todo el tinglado en el que muchos de los habitantes se implicarán con todo ímpetu.
Continuando el Tour nos dirigimos hasta Kapélé, otro pequeño pueblo conocido por sus tejidos pintados con barro y tintes naturales. La pintura de los tejidos tradicionales es negra, aunque últimamente se han introducido también marrones y ocres. Las telas son de una textura áspera con intrincados dibujos como animales, aves, insectos y diseños abstractos. Esta pintura está hecha con un barro fangoso sacado de las raíces de los árboles de zonas muy húmedas, es decir, es una técnica sobre tela utilizando tintes de origen vegetal local. Representan escenas de ritos de iniciación de los senufos, de animales y otros elementos de su mitología. Los dibujos son esquemáticos y planos, representan fundamentalmente trazos, sin atender a los detalles, el contorno es muy grueso y de trazado continuo, cerrando completamente la figura. La luminosidad no se tiene en cuenta. La pintura tradicional senufo se creó para lucirse en los vestidos de danza o de caza.
Los Senufos creen que los dibujos tienen poderes especiales que protegen y atraen la buena suerte al cazador. Hoy en día esta prenda rara vez se utiliza como ropa de cacería. En cambio, las pinturas tienen más salidas para ser vendidas a los turistas en tiendas especializadas. Muchos se han convertido en tejidos ornamentales para tapices, cojines, manteles y otros artículos decorativos. Igualmente destacan sus máscaras que son talladas en madera, pero más espectaculares son las figuras antropomorfas o de cabezas de animales de un metro o más de longitud. Muchos creen que estas máscaras poseen poderes mágicos, y que sus portadores pueden llegar a convertirse en esos espíritus que representan.
La Cultura senufo es famosa por su destreza en la herrería y la alfarería, pero también por sus trabajos artesanales en madera tallada. La mayoría de escultores de madera viven y trabajan en el pequeño Quartier des Sculptures (Barrio de los Escultores), justo en el centro de la ciudad, muy cerca del Bosque Sagrado, que está cercado por un alto muro. De vuelta nos dirigimos a estos talleres donde se pueden encontrar (e incluso comprar) tallas en madera de todos los tamaños, incluso antigüedades, con forma de cabezas de animales, como antílopes, jabalíes, o hienas, y máscaras de hasta tres metros de largo. Creen que muchas de ellas poseen poderes mágicos. También se pueden comprar en tiendas de antigüedades en Treichville, un barrio de Abidján.
Tras almorzar “exquisitamente bien” en uno de los maquis (en casi todos se come muy bien) cerca del hotel nos dirigimos hacia unos talleres artesanales de pintura sobre paños de algodón para ver a los artistas realizar sus obras de arte in situ: hermosos cuadros de todos los tamaños, túnicas, vestidos, monederos, bolsos…, usando sus característicos tonos sepia, ocre, rojo, verde y amarillo brillante, logrados de la naturaleza. Al lado se encuentran varios fabricantes de Balafón (Xilófono o Marimba) un instrumento de percusión fabricado en madera muy utilizado en el continente, que, de resonancia, llevan acopladas calabazas de diferentes tamaños. Brindan melodía y ritmo, y se usan principalmente en celebraciones y festivales. La primera prueba de presencia en África se remonta al siglo XIV, en Mali. Existen muchos tipos de balafones, algunos usan como caja de resonancia un simple hoyo en el suelo, otros utilizan calabazas, los hay pequeños y portátiles y otros tienen enormes dimensiones, de tal forma que se requiere hasta cuatro componentes -algunas láminas pueden llegar a medir hasta un metro de largo-. Es muy frecuente que forme grupo con instrumentos como la Kora (guitarra tradicional de sonido dulce que usa una calabaza como caja de resonancia) o con la Sanza o Kalimba (Piano de Pulgares), instrumento de pequeñas dimensiones con laminillas de bambú o metálicas que se pulsan con los dedos.
Continuando la ruta programada, salimos de la ciudad pasando por delante del Mont Korhogo, una alta colina granítica que ofrece unas espectaculares vistas sobre la misma y todo el entorno que la rodea como son pequeños poblados, una gran sabana arbórea y otras cuatro colinas salpicadas de bosques. Llegamos hasta la Roca Sagrada (Shienleô), un conjunto de enormes rocas redondas de granito consideradas sagradas, asentadas sobre una gran explanada. Varias manchas de sangre, plumas y restos irreconocibles impregnando algunas rocas indican el lugar de sacrificios de animales: gallinas, cabras.... Al poco de llegar apareció con su moto un sacerdote (o hechicero), que ya nos había visto llegar, saludó a Jean y éste le ofreció unas monedas por la visita y de paso para que lo bendijera realizando unos rezos junto a la gran piedra. Las vistas (360º) sobre todo el valle es admirable. Jean extendió su brazo con la mano abierta y cada dedo apuntaba exactamente hacia una montaña, diciendo: "Observa, las cinco montañas parecen que están ordenadas deliberadamente por los espíritus!". De ahí que sea un escenario cargado de sugestión para muchos animistas. De regreso, continuamos hacia Hatiokobara para hacer una corta visita a unas amistades y ver en poco tiempo la forma de vida de los habitantes de ese poblado, y de vuelta ya a Korhogo nos dirigimos a la compañía de guaguas Utna que Jean conocía y me recomendaba para viajar al día siguiente a Yamoussoukro (Yakro, más popularmente conocido). Compré el billete y devolvimos la moto. Quedamos nuevamente para salir por la noche a echarnos unas cervezas en otro maqui.
Korhogo, construida en el siglo XIII, fue la capital del Imperio Senufo y una importante ruta comercial precolonial que llegaba hasta la costa atlántica. Capital de la región norte de la sabana montañosa y ciudad principal del pueblo musulmán senoufo, ha perdido importancia debido al cercano centro ferroviario de Ferkessedougou. Es centro administrativo y de transformación donde se planta algodón, arroz, mijo, cacahuete, maíz, ñame, y en el que ha crecido el ganado ovino y caprino. Los diamantes son extraídos también en la región. Ahora es una agradable comunidad que cuenta con un pequeño museo, varios centros artesanales, un animado mercado, un aeropuerto, un cine que de momento está cerrado, una mezquita con arquitectura de estilo sudanés introducido durante el imperio de Mali en el s.XIV y una piscina pública pero que hoy día no tiene agua por falta de presupuesto.
Interesante también podría ser las visitas al pueblo de Kong, donde se encuentran los Lobi que comparten tradiciones con el norte de Ghana, Malí y Burkina Faso, y su mezquita que data del s.XVII construida de adobe en un exquisito estilo tradicional sudanés, la ciudad Katiola que cuenta con un centro de cerámica tradicional y a las minas indígenas de diamantes en Tortiya .