Ya he ido a la Embajada de Costa de Marfil, que se encuentra en el barrio Aci 2000, para solicitar el visado de entrada y no ha sido un procedimiento tan sencillo como en las embajadas de los otros países donde los he pedido. Requisito fundamental es tener reservada una habitación en un hotel sin importar la cantidad de noches a pernoctar. Lo importante es que haya donde pasar las primeras noches. Pero sólo los hoteles más caros realizan reservas por Internet, pagando con tarjeta. Para realizar el viaje sin la obligación de dormir en este tipo de hoteles habría luego que cancelar la reserva y conseguir que devuelvan el importe facturado, sin penalización alguna. De esta manera se puede conseguir una copia escrita que acredite la reserva para así engañar a la embajada y realizar el viaje. Tardé toda una tarde pegado al ordenador para poder encontrar un hotel que me enviara un Certificado de Reserva Confirmada. Y por la manera que Patrick, el propietario del hotel Bellecôte, me escribió el correo, estaba claro que sabía “lo que yo quería”. Por eso, luego, no se molestó en contestarme cuando le agradecí su pronta respuesta, y mi intención de anular esa reserva. En dos días (jueves + viernes) tenía sellado el visado. Suelen tardar tres. Posiblemente al ser fin de semana no querrían tener documentaciones retenidas en la oficina y la mía sería tramitada como Express. El importe a pagar es de los más caros de África: 60.000cfa (cerca de 90€). Respuestas convincentes a varias preguntas y mil vueltas a la documentación presentada fue suficiente para persuadir al secretario de la embajada de “mis buenas intenciones en el país”. Por otro lado, tampoco me dieron ningún tipo de consejos sobre que ruta debía tomar una vez entrado en el país. Esto indica, indudablemente, la calma que se vive en el país, una vez concluida la guerra que tanto daño ha hecho a Costa de Marfil.
La caótica y sucia estación principal de guaguas se encuentra a seis kilómetros al sur del centro, en el barrio de Songoninko, y el resto de compañías importantes de transporte están esparcidas por la avenida que pasa por allí. El minibús (Sotrama) o bâchée que para justo en frente cuesta 150cfa y los taxis compartidos 200cfa. O sin contador entre 1.000/2.000cfa, el trayecto no muy largo.
Pasear por el polucionado centro, en la cara norte del río Níger, es bastante sencillo y hay muchos lugares que visitar, como el Museo Nacional y sus Jardines que estos días están montando la exposición anual de fotografía, el Grand Marché lleno de frenética actividad sobre todo en las calles adyacentes, el Punto G, una colina rodeada de gran vegetación con unas fabulosas vistas sobre la ciudad, a la cual no subí, la Catedral de piedra de arenisca o la Gran Mezquita.
Una ciudad muy tranquila y segura en la que comer en los puestitos callejeros se hizo mi asidua práctica. Los precios muy económicos y la calidad bastante óptima, con productos frescos como pescado o ensaladas, al igual que por todo el país. Sin embargo, pasear por la noche lo estoy viendo aún más seguro y placentero pues a menos tráfico, menos gente, menos ruidos y el ambiente como más limpio. Todo el mundo va a lo suyo y en ningún momento me he sentido intranquilo. He recorrido diferentes calles con muy poca luz y lo que ha prevalecido son los vecinos en las puertas de sus casas charlando o igualmente paseando.