Comer en las calles de Niamey revela ampliamente que estoy en un país muy pobre. Apenas hay puestos callejeros como en los otros países que he visitado. Y cuanto más al norte, hacia el desierto, los productos escasean. La gente no puede permitirse una comida en un restaurante así que mayoritariamente comen en sus casas. Compran algo de comida y se la llevan en bolsas de plástico.
Lo más habitual son los puestos de carne de cabra asada, o de pollo, que están por todas partes, junto a los pinchitos de cualquier parte del animal. Aquí se come todo. Incluso media cabeza de cabra aderezada con salsa. Hay puestos que acompañan los asados con papas fritas.
Es corriente, como en muchos sitios, que la carne sea troceada y luego envuelta en papel de saco de cemento, aún con restos de polvo. Como el Kilichi, finísimas tiras de carne secada al sol durante varios días en plena calle y luego pasado por la parrilla.
(Notas Nuevas Añadidas durante el Viaje)
Al igual que en los otros países pero con nombres particulares de cada zona que jamás pude recordar por los constantes movimientos que he hecho por el país:
Ñame troceado y frito.
Arroz con Judías.
Arroz y Salsas diferentes (de arachide o cacahuete, de pescado seco, de carne...).
Carne en salsa, normalmente de vaca.
Couscous de sémola de trigo con Salsa y Carne. Fue raro encontrar un lugar que me echaran algo de verdura.
Couscous de millet con salsas.
Espaguetis con algo de salsa de tomate concentrado y media barra de pan. Hay quienes lo mezclan con arroz. Otros lo meten en un bocadillo.
La Boulle, el Millet triturado con un largo mazo de madera dentro de un mortero y mezclado con especies diluido en agua o leche caliente. Se toma normalmente en los desayunos.
La Pâte, (parecido al foufoú) bola de millo triturado en el mortero y mezclado con agua, para acompañar a las salsas con carne.
Tchoukou (o Takomert en el norte), finísimas tiras de queso seco que puede ser de leche de vaca, cabra o camello. De ella depende su sabor y olor.
Como he vivido con diferentes familias he querido comer lo mismo que ellos. No he pasado realmente hambre pero sí me ha aburrido la monotonía culinaria. En las casas más humildes se desayuna las sobras, si las hay del día anterior, recalentada y acompañada con alguna salsa y pan de barra. O pan con mantequilla del puesto callejero. Para los pequeños, sólo en ocasiones, habrá algo de leche en polvo. También la Boulle o agua del chorro enfriada con hielo.
A medio día, los enormes platos se sirven cargadísimos de arroz y algo de carne en salsa donde todos lo comerán alrededor del mismo y sentados sobre una esterilla, tras lavarse la mano derecha, con poquísima higiene. Cada sexo tiene su plato. Las sobras serán para los más pequeños. O las mujeres como en algunos casos que he visto.
Las compra de alimentos será diaria ya que muchas casas no tienen electricidad así que todo hay que consumirlo pronto.
Una corta visita al mercado local es suficiente para ver el alto riesgo que se corre, al menos en mi caso, y soy duro de estómago, con las carnes. Moscas, muchísimas, de todos los tamaños y formas. Algunos trozos que llevan horas expuestos han cambiado su textura y su color. Pero no su olor. Y eso me ha extrañado. Dicen que al hacer tanto calor y siendo continuo, sin cambios de temperatura, la carne no se estropea. No se echa a perder. Y parece que sea cierto porque a la gente no le importa espantar con las manos el mogollón de moscas y pedir el trozo deseado.
Yogourt dulce (Solani), riquísimo, en tiendas con frigorífico. Se vende en bolsitas. Eso no quita el riesgo del transporte hasta la tienda por coches sin refrigerador. Ni los cortes de electricidad sufrido por el tendero.
Bissap, un refresco de jugo natural de flores de hibiscos que se vende en bolsitas o botellas de refresco recicladas.
El agua, en bolsitas de 25 o 50cl, a 25cfa o 50cfa, depurada -dicen- y que en ningún momento tuve problemas de beber.
El agua de los grifos fuera de las ciudades que viene en tuberías parece que están tratada con cloro -dicen- y que tampoco tuve problema de estómago.