22 sept 2011

El Festival Cure Salée y una Boda Tuareg

A las 5 de la mañana me ponía en cola esperando a subir a la guagua que me iba a llevar hasta Agadez. La caótica situación que habían creado los empleados a la hora de permitir subir a los pasajeros al vehículo nos hizo salir con más de 45min. de retraso. Y es que a "grito pelao" llamaban a cada uno y tachando en la lista. Las mujeres iban subiendo primero, pero llevaban trastos que pondrían en otros asientos para reservar a los demás. Así pues, esta vez tampoco me tocó un buen asiento. Más de 6 horas de trayecto a través de hermosísimas vistas de arboledas, verdes pastos, plantaciones de sorgo, millo y zonas desérticas con pequeñas dunas. Fuimos atravesando el centro del país y nos dirigíamos al desierto. Esta zona hasta hace poco estaba considerada de alto riesgo, sobre todo para los extranjeros debido a la "Revueltas Tuareg" que mantenía en guerra a éstos con el gobierno nigerino.
Normalmente a la entrada de Agadez un control militar se encarga de requisar los pasaportes a los extranjeros para devolvérselos al día siguiente y así tener conocimiento de su presencia. De esta manera estarían todos inscritos y "bien controlados". Pero esta vez, a mi llegada, sólo lo observaron y me lo devolvieron con una ligera sonrisa. Parece ser que la cosa está bastante tranquila estos días, y yo ya lo sabía tras leer algunos periódicos digitales meses atrás. Once años después de la rebelión de Tchin Tabaraden (mayo de 1990) y el período de intranquilidad que la siguió, la situación de los Tuaregs de Níger parece haberse calmado. El gobierno ha hecho gestos que garantizan una tranquilidad momentánea. Y por eso he aprovechado para acercarme a esta zona del país, sin descartar la posibilidad de toparme con Al Qaeda.
Desde la estación fui directamente en moto-taxi al hotel que tenía apuntado pero éste hacía tiempo que había cerrado y estaba de reformas. Por lo que volví a subir a la moto para buscar otro, pero esta vez los precios que me ofrecieron era demasiado alto. Me temía lo peor, que los secuestros de los turistas hace meses hubiera hecho que los precios fueran muy altos debido a la poca competencia entre los hoteles como consecuencia del miedo de los extranjeros para venir a esta zona del país. La crisis turística había hecho cerrar a la mayoría de los hoteles al igual que muchos restaurantes.
Me quedaba por visitar el Hotel de l'Air, un clásico en esta pequeña ciudad, antiguo palacio construido por el Sultán Tegama como residencia temporal del tuareg Kaossen, declarado "gran rebelde" por los franceses en época de la lucha contra la colonización. Me ofrecieron una habitación (10.000cfa) junto a la terraza, amplia, con ducha interior y unas fenomenales vistas sobre la mezquita y su notorio minarete de 27 metros de altura. Rápidamente dejé mis mochilas en la habitación y salí en busca de la oficina de turismo para preguntar primeramente si tendría posibilidad de juntarme a algún grupo de turistas para hacer alguna ruta por el desierto o hacia las Montañas del Air en 4x4, y segundo, conocer la fecha exacta del Festival Cure Salée. Durante largo tiempo estuve dando vueltas sin encontrarla, preguntando por ella, pero como que nadie la conoce, y de casualidad conocí a Aghali Aboubakar un kabu-kabú que me llevaría tras mucho preguntar y recorrer la ciudad de arriba a abajo hasta la dichosa oficina. Pero estaba cerrada. El día anterior los empleados habían partido hacia Inghal para la celebración del festival del Cure Salée. No me lo podía creer. Había llegado tarde al desconocer la fecha exacta. Sin embargo, Aghali me comentó que tenía intención de ir allá porque tiene familia e iba a quedarse con ellos a pasar los días de festival. Me propuso que si le llenaba el depósito (6.000cfa) y cambiábamos el aceite (1.000cfa) podríamos ir juntos en su moto y quedarnos con su gente. Me pareció genial. Y así procedimos. Recogí mis pertenencias del hotel, cancelé la habitación, que no me cobraron por dejarlas ahí, y salimos hacia Inghal por una carretera secundaria que solamente al principio y al final está asfaltada, pero a mitad es absolutamente caótica entre tierra, gravilla y arena. Fueron tres angustiosas horas bajo vientos que transportaba toda la polvareda de los vehículos que nos adelantaban o cruzábamos y la lluvia, para rematar, nos cayó en varias ocasiones.
La llegada al pueblo presagiaba lo que podíamos encontrar: gran movimiento de gente, cantidad de vehículos, extensas nubes de polvo, y Aghali parándose a cada momento para saludar a mogollón de gente que conocía. Entre ellos sus primos quienes en seguida nos acompañaron a la casa donde nos íbamos a quedar ese fin de semana. Por el camino pasamos delante de la explanada donde se estaba celebrando el evento. Una muchedumbre rodeaba a varios camellos que se exhibían completamente engalanados con vestimenta Tuareg al igual que sus jinetes. Al otro lado, un grupo de Bororos pertenecientes a la comunidad Peúlh, en fila de uno, danzaban y cantaban ataviados con su vestimenta tradicional negra adornada con bordados de vivos colores, la cara pintada de ocre y puntos blancos, labios completamente negros que acentuaban el blanco de sus grandes dientes y enormes ojos remarcados por líneas negras que movían de forma muy llamativa para atraer la atención de quienes tienen en frente. En circunstancias especiales se realiza para atraer la mirada de la que podría ser su futura mujer en ciertos rituales concretos que se realizan durante estas fechas. En sus cabezas una larga pluma embellecía aún más sus finas facciones. La nariz es mucho más estilizada que la de cualquier otro africano. Cuanto más bello y femenino parezca más facilidad para ser elegido entre las demás mujeres de la comunidad.
Dejamos las mochilas en la casa, nos lavamos un poco pues veníamos cargados de tremenda polvareda y tomamos un te de bienvenida. Llegamos prácticamente anocheciendo y nos sentamos entre la multitud para poder ver lo poco que ya quedaba del día, un concierto de un grupo Touareg que mezclaba música tradicional con rock. El guitarrista escondía bajo su enorme turbante turquesa unas colosales rastas que en un momento dado se las soltó haciendo que el público se exaltase de tal manera que hasta Aghali, un pibe con una gran influencia rastafari -se las está dejando crecer-, se pusiera a saltar como loco. Este grupo tiene gran tirón entre los más jóvenes y en medio de canción y canción repetía la necesidad de una paz indefinida para los pueblos del desierto. Y de esta manera, la gente aún más se entregaba.
Las noches las pasamos en el patio de entrada de la casa donde todos sacan sus esterillas de rafia y ponen una colchoneta para dormir porque hace tanto calor que no es posible dormir en las habitaciones. En el patio central se encuentra una caseta tradicional Tuareg, de palos de madera cubierta con esterillas y telas, sin pared, que sirve tanto de dormitorio como de lugar de descanso los días soleados. Los tíos de Aghali montan por la noche una cama con listones de madera, con un enorme colchón, unas mantas y una larga almohada con funda de cuero pintada con dibujos geométricos de colores rojo y negro, y duermen también bajo las estrellas.
A la mañana siguiente desayunamos juntos la "boulle" (sorgo triturado con un mortero y mezclado con leche) algo parecido, en consistencia, al gofio y tomamos el te Tuareg de la forma tradicional: 3 vasitos, cada uno menos fuerte que el anterior (el primero amargo como la muerte, el segundo fuerte como la vida y el tercero dulce como el amor). La tetera la llenan de te verde chino (100grs.) a la que le echan una poca de agua y bastante azúcar, la ponen sobre un pequeño fogón con carbón y se espera hasta que se haga. Se remueve el líquido elemento trasvasándolo en sucesivas ocasiones al vaso hasta que alcanza el sabor buscado. Lo cierto es que la primera toma es horrorosa, sobre todo para los que estamos acostumbrados a tomar buen té, y como es debido. La tercera es la que mejor me sabe.
Las bebidas (bolsas de agua o refrescos) las tomábamos en los puestos del evento y las comidas en los maquis del pueblo. Los precios no eran abusivos para el lugar y la fecha que nos encontrábamos, aunque no había mucha variedad de comida. Muchos puestitos vendían carne de cabrito asado sobre un fogón de maderas que le daba un exquisito sabor debido a las especias que les ponían. La limpieza era lo último que se miraba en estos puestos, al igual que los otros que vendían barras de pan aplastadas de tanto calor que le daba. Muchos comen el pan mojado en el cafe con leche o untado con mantequilla. Las moscas rulaban por todas partes y era algo que no importaba mucho.
Se desarrollaron diferentes bailes tradicionales Tuareg (Tendé) y los clásicos de los Bororos, mientras las mujeres vestidas completamente de negro se concentraban entre la multitud, frente a ellos, para observarlos. Había de todas las edades, pero las más jóvenes eran la mayoría. Parecían muy interesadas en cómo se desarrollaba el lento pero rítmico baile. Quién sabe, de aquí podrían surgir nuevas parejas. Incluso se eligió por medio de jurado al mejor traje elaborado y al mejor pintado. Se hicieron varias carreras de camellos de larga distancia con premio para el ganador, que fue un jovencito jinete que ganó a otros mayores con más experiencia, lo que causó gran expectación. Los acontecimientos estaban congregando cada vez a más gente. Habían venido de todos los pueblos de los alrededores y eso se notaba en el colorido tan amplio en ese gran descampado. Vehículos 4x4, camiones cargados de gente, viejas guaguas, camellos, asnos, cabras para ser vendidas... Todos participan en este evento. A todos se les nota felicidad, principalmente sabiendo que la paz impera. Otros años ha tenido que suspenderse debido a las amenazas de los grupos Tuaregs que luchan contra el gobierno. La obligada sedentarización de los grupos nómadas, han obligado a numerosas comunidades familiares a inventarse otros medios de vida y a adaptarse a nuevas situaciones. La expoliación de Uranio en el desierto que lleva a cabo una empresa francesa con la connivencia del gobierno nigerino sin repartir beneficios en el pueblo Tuareg, que son los que habitan la zona, no se le olvida a ninguno. El lugar está tomado por los militares, pero esto no influye en el festival. Todo parece muy tranquilo y eso me motiva a disfrutar con más seguridad en esta conflictiva zona del país. De cualquier manera estoy muy bien acompañado. Apenas he visto unos pocos turistas que han venido con alguna agencia de viaje local contratada en Niamey.
Allí mismo nos enteramos de la boda de unos primos de los Aboubakar, que se celebraría en Agadez en pocos días y a la que fui invitado por los familiares. Duraría tres días y se realizaría a la manera tradicional Touareg. Incluso Aghali insistió que me quedara en su casa el tiempo que fuera necesario, incluso los días de espera hasta que se celebrase el Geerewol. Vaya casualidad, ahora me comienza a cuadrar todo a pesar de tantos inconvenientes pasados.
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La vuelta a Agadez no fue tan cansina esta vez. Ya conocíamos el tiempo que íbamos a tardar en llegar y por eso nos levantamos temprano para que no nos pillara el calor del medio día, aunque fue casi a esas horas cuando alcanzamos entrar en la ciudad.
Al atardecer pasamos por la "casa de los hombres" donde se estaba realizando los preparativos: en las paredes de un gran patio de altos muros perteneciente a la casa se clavaban grandes alfombras de colores, se instalaban las tarimas enmoquetadas donde quedarían recostados los casorios esperando a los invitados para ser saludado por todos y se ponían ordenadamente algunas sillas de plástico. Por la noche ya todo estaba en marcha. Sobre dos tarimas con un alto colchón tapadas con sábanas estaban los dos primos que se iban a casar. Y es que para ahorrar lo iban a celebrar dos primos a la vez. Llevaban el rostro cubierto por un turbante de color y estaban rodeados por sus amigos mas cercanos, que estaban sentados a sus lados. En un extremo del patio un Dj cambiaba su aburridísima música a cada momento mientras el resto de invitados entraban, salían o se sentaban en las sillas. Lo más destacado de todo era cómo se saludaban tan amablemente. De vez en cuando dos jovencitas con una bandeja repletas de vasos ofrecían agua a los asistentes, la inmensa mayoría familiares. Más tarde sacarían bandejas repleta de arroz con carne de cabra que se repartirían en grupo de cuatro o cinco comensales. Luego nos desplazamos a la "casa de las mujeres" donde ya habían preparado a las chicas igualmente con un turbante sobre la cabeza. Se encontraban en un lado de la habitación y todas las demás bailaban o cantaban a ritmo del tam-tam tradicional (Tendé). Vaya diferencia de ambiente!! Así discurrieron ambas fiestas hasta altas horas de la noche.
Al día siguiente, pasaríamos por el mercado en busca de un sastre al que previamente había ido Aghali para encargarle un traje tuareg para ambos. Debíamos estar presentables para la celebración. Luego volvimos a pasar por las casas para ver como iba trascendiendo el evento. Nuevamente, en la "casa de los hombres", pero del otro primo, la música estaba muy alta, los asistentes sentados junto a los casorios, con cara que empezaba a notarse el cansancio, y dentro, la familia preparaba la comida en enormes calderos. El movimiento de gente que entraba y salía era muy activo y para mí apenas sin sentido. En cambio en casa de las mujeres, ya habían comenzado los bailes Tendé: un amplio grupo de mujeres cantaban a ritmo del tam-tam y una salía a bailar unos rítmicos pasos que levantaba cantidad de polvo del suelo. Pasarían varias horas sin parar bajo un excesivo sol, incluso una llegó a entrar en "trance", perdiendo el conocimiento en varias ocasiones intentando continuar el baile. Algunas se asustaron y terminaron por llevársela. La sesión acabaría con una copiosa comida. En la habitación de las chicas, todas las de su edad, alrededor de éstas, bailaban música pop africana contoneando rítmicamente los culos y riendo entre ellas. Así sucedería los tres días: bailando, comiendo, saludándose, vistiendo sus mejores trajes que cambiaban dos veces al día -ellas-, pero eso sí, cada sexo en su lugar familiar. La boda concluyó al atardecer al casarlos el Imán en la mezquita.
Durante el resto de la semana, esperando el comienzo del festival de Geerewol para salir de Agadez, la casa serviría de lugar de reposo durante los momentos más calurosos del día. Hemos recorrido ampliamente la parte vieja de la ciudad que es un laberinto de callejuelas entre altos muros de piedra de adobe y los barrios colindantes, visitando cantidad de familiares y compartiendo momentos de descanso oyendo música en el salón de alguna casa; hemos bebido te o agua con trozos de hielo en una gran taza comunal; hemos dormido juntos en el patio central de la casa, que está rodeado por cinco habitaciones donde cada componente familiar tiene sus pertenencias. Igualmente, como por las noches no se puede dormir dentro, todos sacan las camas o las esterillas con sus colchonetas y duermen bajo las estrellas. Para que los mosquitos no molesten todos ponen mosquiteras. En el centro se encuentra el grifo donde se coge el agua para beber, lavarse o hacer la comida. Se puede beber sin problema, aunque sale algo caliente. El fogón lo hacían tras un pequeño muro y cuando se mete alguna racha de viento la comida queda aderezada con tierrilla. Hemos desayunado casi todos los día "la boulle", y a veces hemos almorzado o cenado, en la misma bandeja familiar, con la mano derecha tras lavarla con un calderito de agua, y no escatiman a la hora de meterle arroz a lo que hayan preparado (carne, pescado o algo de verdura) y acompañado con salsa de arachide (de cacahuete).
Llama mucho la atención el espontáneo saludo que a cada momento efectúan entre todos. Quien llega saluda con un Salam Aleikum y prosigue con un apretón de mano, y mientras se realiza infinidad de preguntas, se responde con las respuestas correspondientes. Algo así como: la salud?, el trabajo?, la familia?, el familiar o familiares?, los animales?... bien gracias, todo bien - a cada pregunta-. Son extremadamente educados y serviciales y en todo momento me han ofrecido las mejores sillas, me han sentado junto a los mayores cuando toman té sobre las esterillas, traído agua con hielo para beber cuando he llegado acompañando al realizar alguna visita familiar... Los más pequeños incluso desde los dos o tres años obedecen sin rechistar cualquier orden que se les dé. Como si tienen que salir de casa para ir a buscar un pedazo de hielo en la tienda que se encuentra varias calles más allá para enfriar el agua del caldero en el que todos van a beber.
En fin, una excelente convivencia con la comunidad Touareg del norte de Niger, que he sustituido gracias a una extraordinaria casualidad, por aquella excursión que quería realizar a través del desierto. La familia, que había sido muy amable conmigo en todo momento, el último día me insinuó que comprara algo para la despedida: un cabrito, y así vendría toda la familia a despedirse de mi. Y así lo hicimos, aunque afortunadamente no vinieron todos los que acudieron a la boda, sí que se concentraron en dos espacios de la vivienda, el de los hombres y el de las mujeres donde comimos por separado. El cabrito lo compramos en el mercado de animales (marché du bétail), lo llevamos al patio, se degolló, lo despellejaron y trocearon allí mismo. Varios kilos de arroz y ensaladas de lechuga, tomate y cebolla que habíamos comprado en el mercado aderezaron el banquete. Agua con hielo, y varias enormes bandejas en las cuales todos metían su mano derecha para comer. Antes y después de comer hay que lavarse las manos bajo un recipiente de agua que es echada por encima de las mismas cayendo el agua en otro caldero que se retira al final. Todos hacen el mismo gesto como ritual diario.
Luego, el apetecido te de todas las ocasiones que llevaría a charlar durante un largo tiempo, para concluir afectuosamente el festejo culinario de agradecimiento.
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ALGUNOS INVITADOS DE LA BODA