11 feb 2011

El desierto I

Continuando la ruta hacia el norte la siguiente parada ha sido Gorom Gorom, aprovechando igualmente su día de mercado, jueves, y de paso hacer el contacto necesario para realizar un paseo en camello durante dos días y disfrutar del atardecer y amanecer entre las espectaculares dunas del desierto del Sahel cerca del poblado de Oursi.
Sobre las 8:30 todos los días pasa un minibus que viene de Ouagadougou dirección Dori. En su sucia estación tuve que esperar más de 5 horas a que se llenase otro para poder dirigirme a Gorom Gorom. Una pareja de coreanos, ambos Kim, aparecieron también con intención de subir hacia el norte.
Nada mas llegar varios personajes que se declararon guías se presentaron en la puerta del minibus. No tenían pinta de ello, muchos ni lo son, por lo que los ignoré diciendo que no quería hacer ningún Tour en camello. Uno de ellos, un tal Diba, incluso pasó varias veces por nuestro hostal para intentar convencernos de que nos juntáramos la pareja de coreanos y yo e hiciéramos "algo" en camello. Éstos venían de Mali de hacer un, parece ser, desafortunado Tour, pues les habían cobrado muchísimo y visto poco de lo que esperaban -algo bastante usual- por lo que no se les veía muy ilusionados. Como quiera que no iban a realizarlo, el nota se centró más en mi, insistiendo una y otra vez, por lo que nuevamente lo ignoré. Ya me tenía hasta los cojones. Gorom es uno de los pueblos tradicionales sahelianos mas grandes de esta parte norte del país casi frontera con Mali. Muchas de sus casas, de ladrillos de adobe, están perdidas entre sus estrechas calles de arena y cantidad de pequeñas mezquitas.
Me estoy quedando en el albergue de la Mision Católica (2.500cfa), junto a su iglesia, y a pocos metros del mercado, que los jueves rebosa colorido y extensa acción, pues le corresponde el turno semanal.
Ayer jueves, desde primera hora de la mañana, cantidad de gente de etnias sahelianas, tuareg, fulanis o bellas, comenzaban a llegar desde sus poblados hacia el mercado de Gorom montados en sus asnos o en carros cargados con sus mercancías, en motos, en minibus o enormes camiones de carga con sus productos para la venta.
El mercado estaba a rebosar y el frenético movimiento de gente y animales, los coloridos trajes, el polvo levantado por el barullo, el calor sofocante del medio día, los olores a barbacoa de la carne fresca recién cortada, la simpatía y educación de muchos, o la extrañeza de otros al ver un extranjero, era absolutamente llamativo y precioso. Las guaguas, camiones, furgonetas, motos, asnos, gentes de todo tipo llegan cargadísimos de mercancías, a reventar. Algunas furgonetas sólo le falta una ráfaga de viento para volcarlos. Sobre sus sacos, en el techo, aún hay espacio para que viaje mas gente. Todo esto es asombroso.
Hoy, viernes musulmán, siguiente día al mercado de la semana, todo esta mucho más relajado, aunque aún continúa cierto movimiento en él. Todos se han preparado para asistir a la plegaria principal, que cómo todos los viernes reúnen a multitud de fervorosos creyentes. A las 12 casi todo esta cerrado, y las mezquitas a rebosar, de hombres. Las mujeres tienen prohibido su asistencia, como siempre y han de orar en sus casas. Solo alguna que otra vez al año, cuando corresponde a cierta fecha sagrada, pueden ir y son situadas en una zona acotada de la mezquita especialmente para ellas.
Esa misma mañana me dirigí a la oficina de La Maison du Sahel Suudu Baaba, donde presumiblemente se podrían encontrar algunos guías "oficiales". Allí estaba Issouf, un tipo que me mostró su carnet oficial de guía y quedé con él para planear la ruta en camello que yo estaba interesado en realizar. En un principio mis planes eran realizables es decir, dirigirme a Oursi en moto y desde allí viajar en camello durante dos días visitando algunas aldeas, pasear por su enorme lago, dormir en las dunas y concluir a medio día en el mercado semanal del pueblo que, según cuentan, en esta zona es el más tradicional de todos.
Acordamos el precio (17.500cfa al día todo incluido) y quedamos al siguiente día para cerrar el trato.
Tras el rezo del medio día se presentó en mi habitación precisamente con Diba, uno de los guías que yo previamente había rechazado por causarme poca confianza. No me hizo maldita gracia su aparición, pero ya había apalabrado la cita. Me pidieron la cantidad acordada por adelantado pero les dije que no les daría el dinero hasta que no llegase al punto de salida y viera el camello que a mí me correspondía. Me dijeron que las normas de la empresa era recoger todo el dinero antes de la salida. Pero como ya conozco este tipo de movidas, que muchas veces acaba en engaño, como les pasó a los coreanos, tras un buen rato de tiras-y-aflojas, quedamos al final que les daría la mitad en ese momento o no habría viaje. Tenía claro que ya no tenía tiempo para romper negociaciones y buscar otra posibilidad en otro lugar, por que me moví bastante por el pueblo y no encontré nada más, por lo que asumí el riesgo que saliera de alguna manera rarita todo. Diba se encargaría de comprar pasta, algunos tomates y cebollas, varias latas de sardinas, café, azúcar y algo de té para beber. Quedamos en salir a las 8 de la mañana
Esta noche hay media luna y muchas estrellas con una muy limpia visión ya que apenas sopla el viento y no se levanta la calima (harmattan).