9 feb 2011

Camino del desierto

Todos los días a las 7 de la mañana la compañía de guaguas STMB hace una salida hacia Ouagadougou (3h.) y desde su estación otra sale a las 13:00 hacia Dori (4h.), al norte del país. Como he querido hacer una parada para no llegar de noche, me he quedado en Bani, un pueblo de carretera importante por albergar un conjunto de mezquitas de ladrillos de adobe fuera de las normas islámicas. Hace años era un poblado sin importancia.
Según cuentan sus vecinos, hace unos 50 años un niño le dijo a su padre que quería construir una mezquita nueva. Éste le respondió que era muy pequeño, y que olvidase su proyecto hasta que fuera mayor. Cuando creció se marchó de casa para hacer la peregrinación a la Meca y de paso aprender más sobre el Islam. Cuando volvió se trajo su idea de construcción bien clara pues se había informado preguntando a otros. Tras hablar con sus vecinos de Bani pidió apoyo en su nuevo proyecto y construyó una primera muy pequeña, que años más tarde crecería siendo la actual, una gran edificación de adobe y techo de ramas con una enorme fachada decorada con relieves. En su interior más de 100 pilares la sostiene. Aunque parece muy compacta su fragilidad se nota cuando las lluvias son intensas como hace algunos años y parte de ella se vino abajo. Nuevos trabajos de restauración la están ayudando a una mejor conservación, pues aunque parece una antigua construcción, no tiene más de 30 años. Separada se encuentra su minarete de 8 alturas, aunque ya sólo quedan cinco y media por acción de la climatología de la zona.
El principal encanto de este pueblo está en el resto de las construcciones que las rodean sobre la colina adyacente.
En una vorágine constructora y aprovechando la forma de la colina, el muchachito siguió con su idea, construyendo paso a paso siete pequeñas mezquitas mas que rodeasen a la principal. Seis de ellas se pueden apreciar desde la carretera y están colocadas mirando hacia la central y más importante, en vez de hacerlo hacia el Este, dirección a la Meca, algo inusual en las mezquitas. La séptima se encuentra en el valle, cerca de la colina.
El atardecer es el momento ideal para acceder a ellas pues las mezclas de colores que se producen contrastan extraordinariamente en todo el entorno y son perfectas para la fotografía. Y por la mañana las siluetas de los minaretes le dan cierto encanto que hace imprescindible quedarse al menos una noche en el pueblo y no hacer como la mayoría de los turistas que solo vienen a pasar varias horas y se van cargados de fotos, pero no del ambiente relajado del pueblo sobre todo al anochecer cuando la carretera no es transitada por casi ningún vehículo y todos pasean como si de un camino vecinal se tratara.
Cuando menos calor hacía, al atardecer, nos dirigimos en bicicleta hacia un asentamiento Bella varios kilómetros hacia el desierto para visitar a varias familias que viven en casas tradicionales de banco. Los Bellas son ex-esclavos de los nobles Tuaregs, una comunidad que han adoptado los turbantes, túnicas, espadas, camellos, y el lenguaje (Tamacheq) de la cultura de sus antiguos amos. Al igual que los Fulanis, la pérdida de sus esclavos les ha dejado a menudo mal proveídos para sobrevivir, mientras que aquellos ex-esclavos que siguen trabajando duro están ahora, a menudo, mucho mejor.
Comer se hace en la calle, ya que unos poquitos puestos venden platos a 100cfa bastante "rebosados" principalmente de wachie (arroz y judías).
Me he quedado en el Albergue Le Nomad (2.500cfa), un conjunto de seis chozas tradicionales redondas de ladrillos de adobe dentro de un recinto cerrado por altos muros, perdido entre unos laberínticos pasillos de viviendas también cercadas por muros. El suelo es de arena y la ducha y baño se encuentran en el exterior.
Los mismos muchachos que trabajan en el albergue hacen de guías, y uno de ellos fue el que me llevó tanto a las mezquitas como al poblados de los alrededores en bici.