Ya he cruzado la frontera Pulimakun-Sinkasse -via Bawku- y me encuentro ya hablando francés con todo el mundo aquí, en Togo. El francés es el idioma oficial, herencia de los colonos gabachos, aparte de los dialectos locales (Mina, hablado por el 75%, Ewe, Kabie, Kotoli...).
Han sido unos pasos sencillos pero a través de carreteras secundarias en muy mal estado.
Una vez pasado el control de pasaporte ghanés, sorpresa... al otro lado no hay nada. Tan sólo un solitario y muy polvoriento sendero de varios kilómetros controlado, a mitad de camino, por unos policías togoleses bajo un árbol que se encargan de requisar ciertos artículos que más le "convienen", el cual lleva hasta la ciudad fronteriza de Sinkasse, que hay que atravesar para llegar a la otra frontera, con Burkina Faso, para conseguir el sello de entrada a Togo. Unos cuantos jóvenes esperan sobre sus motos para llevar a los que cruzan hacia la ciudad. Comienza ahora una nueva forma de trasporte: los mototaxis (zemidjan).
Como ya tenía el visado togolés en mi pasaporte, que compré en su momento en Accra, no tuve ningún impedimento para entrar por esta perdida parte del país. Tampoco me exigieron el Certificado de Vacunación de la Fiebre Amarilla, que lo tengo, y que es imprescindible para lograr cualquier visado en Africa del Oeste (..?).
También llevo la nueva moneda que voy a utilizar para el resto de mi viaje: el CFA o Franco del Oeste de África (XOF), una moneda que utilizan algunos países ex-colonias francesas. Hay CFA's del Centro de Africa pero no son intercambiables. Cuando cambié algunos Cedis recibi 1cd = 325CFA. Hay un cambio fijado de 1€ = 656CFA.
Una vez sellado el permiso de entrada, el zemidjan me trasladó hasta la estación de taxis compartidos varios kilómetros más allá.
Todos los taxis parecen ilegales pues son coches particulares sin el permiso de transporte de pasajeros que deberían de tener pegado en el parabrisa como sucedía en Ghana. Y aquí también hay que esperar a que se llenen -4 atrás+ 2 delante+ conductor- para comenzar a circular. El verdadero problema empieza cuando un viajero es bastante grueso, que los hay, y se sienta atrás. Todos debemos adaptarnos al microespacio que nos queda.
Mientras íbamos avanzando algo me llamó mucho la atención: la cantidad de árboles que hay al borde de la carretera, que por esta parte está realmente hecha polvo, y hacen bastante sombra!!. Siiii, por fin veo sombras de árboles!!. Cuando cogíamos velocidad podía sentir hasta la brisa más fresquita, joder.
Mi primera parada ha sido Dapaong, aprovechando que era día de Mercado -martes y sábado- y observar de cerca a los diferentes grupos étnicos de esta zona norte. Muchos son subgrupos del sur de Burkina, que se acercan a este lugar para vender sus productos de las cosechas propias, animales, ropa, tejidos...
Me he quedado en un hostal junto al mercado, y desde la habitación se podía oír el murmullo del devenir de la gente. Lo dejé todo y salí rápidamente a cuchichear...
El mercado está en el centro del pueblo, bien delimitado como edificación que da buena sombra bajo tanto solajero. En el interior multitud de puestos venden de todo, desde carne, pescado ahumado -muy consumido en toda ésta parte del Oeste de África principalmente para hacer salsas-, especias en bolsitas de plástico, ropa... y por el exterior se amontonan cientos de nativos vendiendo de todo lo inimaginable. Otros tantos los rodean mirando las mercancías. Hay mucho movimiento de personas y se hace difícil ver de lejos los puestos. Hay que acercarse y ponerse en primera fila para observar de qué se trata.
Aquí las caras son más oscuras y las mujeres se depilan las cejas para pintarse una exagerada raya con lápiz negro. Otras tienen profundas marcas de cortes en la cara de hasta 4 rayas. Ellos menos, y son algo mas pequeñas. Dicen que se lo hacen como ritual desde que son muy pequeñas y sirve para identificar su etnia y como protección de sus espíritus.
En este lugar he notado a la gente más sorprendida por mi presencia, llegándome a decir que para algunos era la primera vez que veían a un blanco!. Al principio creía que me estaban vacilando, pero era cierto. Muchos de los que vienen a este mercado viven en poblados muy apartados.
Al final de la tarde volví al interior por algo que al principio me había llamado la atención: algunas señoras sentadas junto a un gran bidón rodeado de varias garrafas de 50l. y detrás un buen número de personas bebiendo en media corteza de calabaza seca (500ml. aprox./50cfa). Hay algunos puestos más por los alrededores. Me senté, pedí una y me quedé un buen rato observando. Es una especie de ritual que aunque no se asemeja en nada al de la Kava en las islas del pacifico, sí que tiene algo de "hacer sociedad", pues todos se reúnen alrededor de una bebida tradicional y charlan. Se llama Choukutou y se trata de una cerveza local sin filtrar que logran fermentando el sorgo o el maíz, una especialidad de la zona N.. Tiene un sabor algo parecido a la sidra. La filtrada es algo más dulce. Los colocones que se cogen casi todos, especialmente las mujeres al final del día una vez concluido el mercadeo, son muy simpáticos. Las risas tontas y la excesiva amistad que muestran algunos se debe a la concentración de alcohol de esta bebida.
Dapaong en sí no tiene nada interesante que enseñar, pero bien ha valido una parada de descanso tras las innumerables horas de recorrido desde Bolgatanga hasta este lugar, comienzo de mi viaje atravesando Togo de N. a S., con algunas paradas que deseo realizar.
Si acaso, destacaría unas ancestrales cuevas abandonadas (Grutas de Nano) en lo alto del acantilado del Monte Semoo, a 30km, cerca del poblado Kpierik que perteneció a los Mobas (s.XVII), y utilizaban para esconder sus pertenencias/posesiones e incluso ellos mismos y así no pagar las tasas feudales que el imperio Chokossi había establecido en el N. de Togo.
Utilizaban las raíces de los árboles para trepar a través de las rocas salientes, aunque ahora se accede mediante una escala de metal. El jefe del pueblo ha considerado aprovecharlas para sacar beneficio económico del poco turismo que hasta aquí llega. Desde sus acantilados las vistas son espectaculares, pero debido al harmattan (calima africana) y que los agricultores no dejan de quemar las malas hierbas para volver a plantar, o algunos cazadores para localizar mejor sus piezas, por las tardes todo el entorno está completamente "ahumado".
Siguiendo hacia el sur, por la única carretera del país, se va pasando por escénicos paisajes, como los de Sasanne Mango, una localidad de poco interés turístico, pero quizás la única atracción podría aplicarse a unos pocos hipopótamos que suelen haber en las orillas de una represa, y algunos poblados al borde de la misma.
Un poco más al sur se encuentra el Parque Nacional de la Keran, o lo que queda de la amplia extensión que en su momento hubo desde Kande hasta Dapaong, y absorbido con el paso del tiempo por los innumerables asentamientos rurales robado por los agricultores y pobladores de la zona. Los animales terminaron por huir o fueron aniquilados por cazadores furtivos que buscaban cualquier pieza para luego ser vendida a los comerciantes de fetiches.
El siguiente paso ha sido Kande (pronunciado Kanté) donde he estado varios días ya que también uno de ellos era día de Mercado. Al igual que la anterior vez, ver a los paisanos de diferentes grupos étnicos de la zona me ha interesado bastante.
El mercado tiene varias enormes marquesinas para cobijarse del sol donde algunos exponen sus mercancías. También hileras de puestos de madera con techo de chapa ondulada, otras solamente con una tela a modo de parasol y otros con sombrillas. Hay de todo, desde ropa de segunda mano, tejidos, productos de casa o de belleza a pescado ahumado, bebidas caseras en bolsas de plástico, frutas, verduras, productos chinos...
Bastante llamativas son unos habitáculos cilíndricos de ladrillos de adobe con techo de rafia que parecen establos y utilizan como bebedero de Choukutou, y de paso resguardarse del calor.
Me estaba quedando en el interior del pueblo, a poco metros del mercadillo, en el albergue La Cloche, que tiene también una zona de bebida, la música la ponen exageradamente alta, y al atardecer vienen algunos vecinos a pasar el resto del día y a ponerse "morados". Se come bien y barato.
Otro día fue para adentrarme en el Valle Tamberma (Koutamakou), en una visita guiada obligatoria -10.000cfa- mediante moto-taxi. Declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 2004 están enclavadas bajo la cordillera Otakora, y la visión que se percibe inmediatamente es que son grupos de viviendas con un tipo único de arquitectura bien diferente a todas las que he visto en esta zona de África. Se llaman Tankietas, casas-fortalezas para la autodefensa bastante separadas unas de otras (o Tatas, llamadas así por los franceses), contruidas hace varios siglos por las comunidades tribales que emigraron para restablecerse en esta zona huyendo de las capturas esclavistas que realizaban los reyes dahomeyan -de Benin- ante la enorme demanda que hacían los portugueses. Hablan Lamba y pertenecen a la etnia Tumasi.
En realidad son una serie de torres cilíndricas con techos cónicos conectadas entre sí por medio de altos y finos muros con una sola puerta de entrada al recinto. En frente suelen encontrarse varios pequeños altares pertenecientes a sus ancestros que se encargan de cuidar el entorno (son ofrendados de vez en cuando, sobre todo cuando hay algún tipo de crisis). Como en otros poblados animistas, cuanto más grande sea el problema, más grande será el animal, al que cortan la cabeza derraman su sangre sobre el altar y despellejan para luego colgarlas en el interior, al igual que hacen con mandíbulas, cuernos y ciertos huesos.
Al interior se accede atravesando una especie de zaguán amplio donde normalmente se encuentra un cobertizo para aves de corral y algunas piezas de piedra para majar el cereal. Luego, una serie de habitáculos concretos: habitaciones para dormir, cocina para cuando llueve, baño, y una sala-escondite que no permite ver su interior y era utilizada como defensa desde donde lanzaban con arcos sus flechas envenenadas cuando los atacantes intentaban acceder al interior del complejo. Una serie de escalones que pasan por la cocina principal, llevan a la "azotea", construida con postes de madera y relleno de adobe y paja, y a otra serie de habitáculos para descansar, dormir, secar el cereal o guardar las cosechas. Estas últimas son las torres con tejado cónico de rafia donde guardan el millo y los granos de cereales que ahora mismo cultivan -de ahí que haya una amplia separación entre las viviendas-.
El único problema que tienen es que son muy vulnerables a los embates del tiempo y el clima, pues el barro es un material muy delicado y hay que estar pendiente de su deterioro. Hay muchas casas con sus muros o torres caídas por el paso del tiempo y la mala conservación. Algunas son de gente muy mayor.
Durante mucho tiempo han vivido alejados del resto y esto ha permitido que aún quede vestigios de sus antiguas costumbres inalteradas.
Una de las posibilidades que permite ser guiado es la facilidad para sacar fotos, incluso que monten un improvisado baile tradicional. Aunque no deja de ser turístico, algunos se lo toman con pasión bailando y cantando... pues esto les va a reportar un ingreso extra -la voluntad del visitante- a parte de lo que reciben supuestamente por el derecho de paso a esta zona -1.500cfa-.
La visita la realicé a tres poblados: Bassamba, publicitado por las revistas de viajes de las agencias de todo el mundo, Kukuyengo y Wartema. Fue en el segundo donde se realizó el baile, y a varios centenares de metros el jefe del poblado me enseñó el enorme Baobad donde se puede dormir en su interior pues está completamente hueco e incluso lo escaló, hasta la parte alta que se utilizaba en su momento como observatorio de defensa. Hay que ofrecer "la voluntad" que se deposita a la entrada, si se quiere acceder al interior del mismo. Una flipada!.