El siguiente paso sería Sokode, que me ha servido para hacer una pequeña parada y que no se me haga pesado el trayecto hacia el Sur.
Aunque es muy tranquila y no tiene nada más que enseñar, es la segunda ciudad más grande del país -100.000hab.- que destaca por sus numerosos bares locales (maquis) y restaurantes paralelos a la carretera en sus escasos dos kilómetros. Tiene un mercado con dos plantas muy interesantes y activo el día que le corresponde, un pequeño museo local junto a la estación de taxis y una gran mezquita. Es predominantemente musulmana, por lo que todos los días se oye el canto desde la misma, y los kotokolis son su principal grupo étnico.
La carretera continúa hacia el sur atravesando, al borde del acantilado (paso de Aledjo), una enorme falla en el risco por donde pasa la carretera que la hace bastante peligrosa por la cantidad de curvas, que se suma también a la inestabilidad de los vehículos, la falta de mantenimiento -en casi todos los casos-, y la locura "psicoemocional" de muchos conductores al conducir que lo infravaloran. Al fondo del barranco, unos 150mt de caída, se encuentra su particular cementerio de camiones y viejos minibuses que han perdido frenos durante la bajada.
He continuado hacia Atakpame, y he pasado por otro Parque Nacional, el de Fezao-Malfakassa, el único que queda abierto de todo el país, bajo control de una fundación suiza que trabaja para la repoblación del parque. Está situado en un maravilloso escenario de montañas y ofrece alguna oportunidad de ver un poco de vida salvaje. Tanto sus leones como sus elefantes han huído durante los años de dejación del gobierno togolés. Al igual que ha sucedido en otros parques, la cacería incontrolada de piezas para las ceremonias vudúes han hecho desaparecer a casi todos los animales. Los mamíferos como búfalos, antílopes, primates... han sido ampliamente aniquilados. En consecuencia, hay muy poco que ver, quizás alguna variedad de aves o primates. Ya no hay alojamiento en el interior del parque y hay que tener trasporte propio para llegar hasta él como visita de un día.
La presión por la tierra, combinado con la falta de interés del gobierno, el pesimismo de la población tras tantos años de dictadura de Edyadema, la falta de compromisos para la conservación, la falta de recursos y financiamiento economico, y las practicas tradicionales de quema para evitar el trabajo de la poda en la agricultura, han acabado erosionando todo el entorno de esta zona.
Tras cinco horas en un minibús, dos de ellas estuvo paseando por todo el pueblo yendo y viniendo en busca de más pasajeros que llevar pues cometí el error de subirme al primero que vi vacío creyendo ser el que salía. Podría haber cogido alguno de los que pasaban casi llenos en dirección a Lome por la carretera principal. De esto también se aprende.
Al final llegué a Atakpame bastante extenuado.
Es un pueblo interesante por su singular enclave urbanístico. Sus casitas muy pegadas entre sí, situadas en un barrio antiguo sobre el monte, rodeadas de unas montañas con extensos bosques muy cargada en vegetación, son de techo de chapa ondulada y oxidada ofreciendo un color canelo que da un aspecto muy vetusto. Un camino empedrado lleva hasta su parte alta donde las vistas del entorno son muy atractivas. Lástima que el humo de las quemas incontroladas haya reducido igualmente la visión.
Hay una vieja estación de tren cerrada hace años construida por los alemanes cuando "Togoland" les pertenecía como colonia de ultramar, tras pactar un acuerdo de protectorado en 1884 entre el rey local Mlapa y el explorador Gustav Nachtigal sin que se enterasen los ingleses ni franceses. Esto trajo a la zona un gran desarrollo económico en el negocio del cacao, café, algodón, aceite de palma y coco, aunque luego lo perdieran tras el final de la primera guerra mundial. En 1914 se dividió en 1/3 para Inglaterra y 2/3 para Francia.
Como sólo estoy de paso me he quedado en la parte baja del pueblo, cerca de la carretera principal donde el tráfico es mucho más activo, en un hotel sobre un montículo con vistas a las montañas y a los restaurantes que abundan esparcidos por todo el borde de la carretera. Es un extraño emplazamiento que lo hace bastante interesante.
En el centro del pueblo se encuentra la Maison de Guide Touristique, una agrupación de guías que se dedican a realizar recorridos por la zona. Conviene con algunos nativos para realizar danzas Tchebe, una de las más antiguas del país que se representa sobre enormes palos de madera de hasta 4mt. de altura, y ceremonias vudús a la caída del sol.
Al día siguiente desde su mercado salí en taxis hacia Badou (80km), mi siguiente destino, en busca de las cascadas Wlii.
Badou es un poblado que se ha enrriquecido gracias a sus excelentes cosechas de cacao y café, y esto se nota en los bares por que hay mucha gente reunida en sus mesas diariamente bebiendo cervezas y oyendo los videos musicales que ponen en una televisión.
Me he quedado en un más que singular albergue-bar, Le Cascade Plus (3.000cfa), rodeado de varios habitáculos, dos de ellos donde se come, una cocina tradicional y un patio interior central. Otra de las salas es el bar más activo del pueblo y siempre hay gente bebiendo, la única atracción que parece gustar a los nativos. La música de los videos comienza a las 6 de la mañana cuando empiezan a preparar la comida del día, acabando a las 10 de la noche.
Por un camino de tierra y baches, a 11km. (500cfa en moto-taxi), atravesando pequeñas aldeas Ewe de casas de ladrillos de adobe y techo de rafia, se encuentra el pueblo de Akrowa (Akloa) punto de partida hacia las famosas cascadas y donde se paga el derecho de entrada a las mismas con guía -obligado- para llegar a través de de plantaciones de cacao, bananos, café, piñas, ñame o tapioca hasta los más de 35mt de caída de agua que es su principal atracción -casi 30 minutos de activa caminata-. El entorno de la cascada es mágico y se oyen cantidad de cantos de aves.
Decidí hacer la caminata de 4 horas, la más larga y que es más interesante, alcanzando la parte superior donde el río Domi salta al vacío cayendo al fondo del risco sobre una pequeña piscina de granito (Cascada Wlii), bordeando las montañas y pasando por varias casitas de adobe y piedra donde algunos nativos viven y se dedican al cultivo y secado del cacao y café, plantaciones de aguacates, piñas..., y por senderos completamente cubiertos de espesa vegetación semi-tropical.
Me sucedió una anécdota más que curiosa al realizar la caminata: al llegar al poblado se me acercaron varios jóvenes pidiéndome que pagara el derecho de entrada (1.500cfa), pero les dije que lo haría a la vuelta. También me obligaron a convenir con un guía el precio por las horas de caminata (en este caso acordamos 5.000cfa). Tras el largo trayecto terminamos en una pequeña cascada que nada tenía que ver con la real, por lo que le dije al guía que esa no era. El me contestó que si, que era, y que estos días traía muy poca agua. En principio me convenció pero no lo tenía muy claro. Tras "remojarme" en ella regresamos al pueblo en busca de una moto con la que regresar a Badou, donde pagué al guía. Pero al entregarme el ticket de entrada descubrí que efectivamente no habíamos acabado en ella, puesto que la foto impresa no correspondía a la visita realizada. Tras una larga discusión terminé yendo a la policía a denunciar que el guía había incumplido su servicio. Mientras me dirigía a la comisaría pensaba que probablemente acabaría sin verla, pues todos los trayectos que he hecho en vehículo hemos pasado por innumerables controles de la policía, quienes son sobornados por los conductores para que les dejen continuar la ruta "sobrecargados". El mal concepto que tenía de ellos se esfumó ya que amablemente el agente al que le expliqué lo sucedido se vino conmigo en busca del guía. Éste se encontraba sentado a la entrada del pueblo. Tras otra larga discusión y oyendo las versiones, el policía penalizó al guía con perder el derecho de entrada que yo debía de pagar; quedándoselo él, y viniéndose con nosotros hacia la cascada. Al final terminamos en ella, y yo agradeciendo a Mama Wada, el espíritu protector de estas aguas, que se aliara conmigo y me permitiera llegar al lugar a pesar de todo. Ahí estaba yo, delante de ella, soplándome la insesante brisa que produce su estrepitosa caída de agua. Hace más de 150 años era un bosque sagrado y estaba prohibido el paso. Era tabú, para los no iniciados.
Mientras me buscaban un moto-taxi (500cfa), allí mismo me enteré que se encuentra junto a la entrada del pueblo el Albergue de Akloa (3.500-4.000cfa) en donde me podía haber quedado a pasar estos días de fiestas y realizar algunos interesantes pateos más, pero ya había hecho otros planes para continuar hacia otro destino nuevo.