3 ene 2011

La Costa de Togo

Dos horas de minibús bastante nuevo, por cierto, me dejo cerca del Lago Togo en Lome, la capital, desde donde un zemidjan me llevó hasta la avenida de la playa donde paran los taxis que van dirección E., hacia la frontera con Benin.
Estos días me he quedado en la playa Leorida en Agbodrafo (llamado Porto Seguro por los colonos portugueses), en un pequeño hotel familiar (Safari hotel), justo entre la playa y la laguna, regentado por Irma, una señora suiza que lleva muchos años viviendo en Togo.
El hotel es bastante simple pero muy coqueto, con unas pequeñas piscinas naturales (agua del pozo sin aditivos). Aunque mi habitación no dispone de cuarto de baño, lo tiene fuera tras unas puertas colindantes (9.000cfa/con desayuno).
Al día siguiente viernes, fue el día grande del mercado de Vogan, uno de los más importantes del país. Así que temprano cogí un taxi hasta Aneho (10km) y otro hasta el mercado, donde se encuentra la parada de todos los transportes que hasta allí llegan. Desde ahí mismo, un mogollón de gente había comenzado a poner sus puestos con sus mercancías sobre coloridas telas. Desde comestibles hasta cualquier cosa que se pudiera vender. No hay mucha diferencia realmente entre los mercados, por lo tanto no paro en detalles.
En el interior del recinto, casetas de madera y rafia rodeaban unas marquesinas centrales. Todos llenos de gente vendiendo, y la mogolla rodeándolos para hacer sus compras. Muchos campesinos comprando y vendiendo los productos que les hace falta. Bajo algunos enormes árboles que daban muy buena sombra, un conglomerado de cochinos de todos los tamaños estaban amarrados de patas y colocados en fila, en el suelo, como exposición de venta.
Como en todos los mercados que he visitado, grupos de gentes que, por su vestimenta y facciones, se notaba que venían de lejos. Sobre todo porque eran los que más me miraban extrañados. Vogan es otro de esos lugares con intensa presencia vuduísta, y es ahí en el mercado donde se realizan las compras de esas pócimas necesarias para las curas en los puestos de fetiches.
Por la tarde tras casi dos horas de espera pude conseguir transporte en minibús hasta Togoville, un poblado a orillas del lago con una gran importancia histórica pues fue allí mismo donde se firmó el tratado de paz con los alemanes tras la invasión y posterior dominio colonial. Pero llegué algo tarde como para pasear por el poblado, por lo que decidí visitarlo otro día y con más tranquilidad. Así que, de regreso, subí a una canoa que me llevaría hacia la orilla opuesta del lago, a Agbodrafo.
Las canoas son de varios tamaños y hasta que no se llenan no salen. Es empujado por el barquero por medio de un gran palo que clava en el fondo y empuja para conseguir velocidad.
Era viernes 31 y decidí tras cenar, salir en busca de "movida nocturna" pero creo que la elección no fue la más acertada porque el Beach Club de la playa, que está varios cientos de metros de mi hotel, esa noche tenía la música bien alta pero apenas éramos 20 personas en el interior. Tras despedir el año oyendo al DJ decir ‘supuestamente’ que ya era el 2011, me volví al hotel para acostarme pronto y comenzar al día siguiente alguna ruta nueva.
Pero estaba tan cansado que pasé todo el siguiente día en las instalaciones del hotel sin hacer absolutamente nada. Tengo tiempo más que de sobra para relajarme, que era lo que más necesitaba en ese momento.
El domingo, otra canoa me llevaría hasta Togoville donde pasé un rato en la espaciosa Catedral -construida por los alemanes en 1910- que está bellamente adornada con pinturas murales en su interior. Luego, un paseo por los alrededores del pueblo para observar sus casitas ocultas tras muros de estacas y hojas de palma, algunas de ellas con pequeños altares animistas, dos de ellas de la fertilidad, su mercado que apenas tenía gente vendiendo, el hotel Nachtingal, el único que hay en el poblado, o las diferentes orillas-embarcadero donde desembarcan o vuelven a embarcar gente de otros lugares. Un poco más allá se encuentra un peculiar bosque sagrado, que no me apeteció visitar por que se me hacía tarde.