23 oct 2011

Los Dogones

A las 7:30 como habíamos acordado se encontraba (Alai) Abdulai Guindoen la puerta del hotel con su moto china preparado con una pequeña mochila llena de algunas cosas que nos servirían para acompañar las comidas que nos pudieran ofrecer en los poblados que nos quedaríamos. Casi dos horas duró el trayecto desde Mopti hasta Bandiagara por una carretera asfaltada, y otra hora y media hasta Konsogou-Lei por desolados caminos de tierra, piedras o arena. Normalmente, desplazarse hasta el País Dogón se hace en moto ya que los habitantes no tienen dinero como para comprarse un 4x4 y el gobierno piensa que no hay suficientes vecinos como para poner una línea de transporte público entre poblados. De vez en cuando pasa algún taxi-brusse, pero en muy raras ocasiones. Quizás los días de mercado haya más movimiento de vehículos de todo tipo. Muchos van a pie o subidos a sus animales de carga.
Una vez llegados al poblado descansaríamos por ser casi medio-día, ya que no se puede caminar con tanto calor, almorzamos arroz con salsa y un pollo frito que cogieron del corral, y echamos una siesta. El agua que cogen del pozo, que se puede beber sin problema alguno, la guardan en tinajas de barro para que esté siempre fresca. Las bebidas las venden a 500cfa los refrescos y 1.000cfa la botella de litro y medio de agua. Tras el reposo fuimos al acantilado a ver desde lo alto el primer asentamiento de ese pueblo. Algo imponente, sobre todo los sonidos que provenían del poblado: los niños, los animales, el golpear del mortero haciendo la pasta del (o la pâte) o los condimentos para las salsas... Luego continuamos caminando sobre el risco (falaise), de lava volcánica, hasta Begnimato, otro poblado algo menos impresionante pero más turístico, el cual se divide en varios sectores: musulmán, cristiano y animista, con su mezquita, iglesia tradicional y viviendas con todo tipo de santuarios, fuera o dentro de sus viviendas. Allí encontramos a un grupo de 12 holandeses que hacían el recorrido al contrario que nosotros. Tras ducharnos, cenamos espaguetis con salsa de berenjena e hicimos noche. Yo dormí, al igual que todos los extranjeros, sobre el techo de una de las viviendas dentro de una mosquitera. Tanto el sonido del pueblo en sus quehaceres al anochecer como al amanecer se hace espectacular. A las 5 suena la primera llamada a la oración desde la mezquita próxima: Allaaaah uuuk akbar!! Allaaaah uuk akbar!!. Y la segunda a las 5:30. A las 6 amanece, por eso casi todos se acuestan no mas tarde de las 21:30. Al ser agricultores-recolectores aprovechan toda la luz del día para trabajar. Los niños más pequeños son unos auténticos lloricas mimosos. Es desquiciante oírlos llamando la atención. Hay cada vez más escuelas en los poblados gracias a la inversión que hacen muchos países europeos para el desarrollo. Pero muchos niños o niñas no pueden ir por ser los encargados del pastoreo de sus animales, o ayudando a plantar o recolectar.
Al siguiente día, tras desayunar subimos a un montículo para observar desde algo más alto cómo se movilizan todos, casi de manera autómata. Las niñas cargan los calderos de agua, las mujeres mayores con sus hijos amarrados a la espalda majan el mijo, el millet (mijo de pequeños granos) o condimentos con el enorme mortero y largo palo a un armónico ritmo. Los hombres con su azada tradicional (un madero al que se le ha adaptado una pieza de metal para arar mejor la tierra) enganchada en el hombro van de camino hacia la plantación. Esta vez la ruta sería a través de los poblados de la parte baja del risco. El trayecto se realiza por un piso de lava y con mucho parecido al terreno de las montañas del País Senufo que hice en Banfora hace ocho meses. La bajada entre el acantilado es fastuoso. Cortes radicales de hasta 200mt. alcanzando finalmente la llanura donde comienza un terreno arenoso procedente de las dunas que hasta aquí han llegado debido a la rapidísima desertización de toda esta zona. Los descontrolados cortes de ramas y árboles para conseguir leña con que cocinar ha llevado a que la arena gane terreno al bosque que hace más de quinientos de años invadía todo este territorio. Pasamos por Dondjourou, un poblado mayoritariamente animista hasta Yaba-Talu donde almorzamos y descansamos en un albergue. Alai se encargaría de hablar con un muchacho que tiene una carreta tirada por un buey que más tarde nos serviría de transporte para llegar hasta Teli.
Continuando por Bagourou se puede observar en el risco un asentamiento funerario donde parece ser que han enterrado a todos los hogones (jefes espirituales animistas) del País Dogón. Allai no se quiso acercar mucho. Aunque es un musulmán poco practicante parece ser que el animismo no le hace mucha gracia. Luego pasamos por Ende donde visitaríamos un pequeño museo de figuras y artefactos antiguos de madera junto a un albergue que se caracteriza por su cuidadoso diseño dogón con las habitaciones pintadas con mucho gusto decorativo. Las puertas talladas de las habitaciones explican diferentes historias, actividades, leyendas religiosas y símbolos. Los graneros encajados en el risco son enormes, de difícil acceso y al igual que las casas se encuentran casi todos en mal estado. Visitamos a los artesanos del tejido teñido con barro y colores naturales. Continuamos en carreta varios kilómetros más hasta llegar a Teli, un pintoresco poblado, donde haríamos noche. El risco está lleno de pequeños habitáculos donde vivían los pigmeos, o Tellem, primeros pobladores del acantilado. Los actuales hasta hace poco lo utilizaban como cementerio ya que los musulmanes prefieren enterrar a sus fallecidos en la llanura. En algunas viviendas se puede ver pequeños santuarios, animales disecados y grigris (amuletos) colgados, indicio de que se realizan prácticas animistas. Tanto las viviendas, los graneros como las sepulturas están mucho mejor conservadas gracias al trabajo de los locales para así garantizarse la visita de los turistas. Es de fácil acceso trepando entre las rocas y aquí tuvieron su vivienda los abuelos de Alai. Éste ya había contactado con alguien para que le trajeran la moto desde Kondogou-Lei, nuestra primera parada, y así seguir el resto de los días visitando los poblados más lejanos.
El siguiente día pasamos por Kani Bonzon, el primer asentamiento dogón, a mitad del acantilado, donde visitamos algunas casas caracterizadas por ser de una arquitectura diferente. En este poblado viven unos de los pocos hogones reconocidos en el País Dogón. Parece que la religión musulmana ha sabido remplazar las tradicionales ceremonias animistas de antaño por los consejos religiosos del todo-poderoso imán de la mezquita. Aunque "aún se continúa practicando algunos ritos animistas por parte tanto de las comunidades musulmanas como cristianas". Seguimos algo más allá para ir al mercado semanal que correspondía al poblado Togo. Aunque hasta medio-día no fueron llegando los comerciantes, la amplia comunidad Peúl abarrotaba el mercado, situado bajo una pequeña explanada cubierta de enormes árboles. Como en todos los mercados es más de lo mismo: frutas, verduras, tejidos, productos chinos como calderos de todo tipo de metal o plástico, zapatilla de plástico o goma, sacos de legumbres, arroz... Muchos venían subidos en sus animales de carga, otro caminando desde muy lejos con sus cabras para venderlas en el lugar que corresponde a los animales, muy concurrido en hombres solamente. De vuelta paramos en Kani Kombolé para ver, por un lado su particular mezquita de estilo sudanés donde los no musulmanes tienen prohibido el acceso, una casa Hogón que es muy bonita, y por otro las casas Tellem en los acantilados. Todos los jueves aquí se celebra el mercado.
Cuanto más cerca del escarpado acantilado, más viviendas antiguas Tellem se pueden ver observar. Su Albergue tiene un pequeño museo y varios talleres de pinturas sobre tejidos de algodón y de tallas de madera.
Terminamos el día nuevamente en Teli, donde haríamos la última noche y al día siguiente visitamos con tranquilidad todas las viviendas Tellem colgantes del risco. En un rincón del acantilado hay una pequeña cascada con un charco donde los niños van a pescar con redes y los pastores llevan a sus animales a beber, bañarse y defecar en la orilla.
Ya de vuelta a Mopti, sólo quedaba hacer noche para al día siguiente salir hacia Djenne y visitar su mercado del lunes delante de la enoooorme mezquita de adobe, la más grande construcción de barro del mundo. Quiero hacer unas noches para visitar varios poblados de los alrededores.