3 oct 2011

Festivales de Geerewol

El Festival de Geerewol se celebraría una semana mas tarde por lo que continué quedándome en casa de los Aboubacar hasta el viernes. Gracias a la moto de Aghali, que ha dejado de trabajar como kabu-kabú (moto-taxi) para estar todo el día conmigo, nos hemos estado moviendo continuamente por la ciudad. Ya habíamos apalabrado que le pagaría por ser mi guía particular todos estos días.
Hasta última hora no se supo exactamente que el lugar donde se celebraría el Festival de Geerewoll sería en Tanfargan, a más de 265kms. de Agadez y casi 30kms de Abalak, tomando una desviación de tierra, de la carretera principal, por lo que pensamos que subir la moto a un taxi-brousse (minibus) y nosotros ir en una guagua amplia sería la mejor solución para ir más cómodos. Compramos los billetes el día anterior a la salida y el sábado a las 5 de la mañana estaba todo puesto y dispuesto, por lo que nos pusimos en cola para acceder a la guagua de la compañía Rimbo Transport, que nos había tocado. Era la más vieja entre las cuatro que allí estaban. La entrada fue tan caótica como en otras ocasiones: un individuo a gritos iba nombrando los pasajeros para que fueran accediendo a los asientos. Todos querían estar en la misma puerta, y la entrada se hacía complicada debido a que los maleteros estaban a tope de bultos, sacos, caja... y los que llevábamos mochilas o maletas debíamos subir con ellas haciéndonos paso entre tanta gente apelotonada. Al final, y pasado ampliamente la hora establecida, todas las guaguas salieron menos la nuestra. Se había roto en ese mismo momento, por lo que nos quedaríamos tirados hasta las tres de la tarde, que cogeríamos la que venía de Arlit, con cinco horas de retraso porque también había roto nada más salir.
Llegamos a Abalak anocheciendo y gracias que Aghali también tiene familiares en ese pueblo pudimos pasar la noche en una casa. Cenamos, tomamos te tuareg y nos ofrecieron una amplia cama tradicional de tacos de madera y almohada de cuero pintada con vivos colores que pertenece y usan sus tíos, que nos la sacaron al patio interior. Era idéntica a la que había visto en la casa de su familia de Inghal. Mientras intentaba dormir bajo el inmenso manto de estrellas no hacía más que pensar en la cantidad de suerte que estoy teniendo estos días, que aunque hayan sucedido algunas situaciones inoportunas que no me han favorecido, otras mejores aparecen cuando menos me lo espero y solucionan algún que otro problema. Así es África!. Las noches están siendo algo fresquitas por lo que no es necesario cubrirse mucho y no hay mosquitos molestones.
A la mañana siguiente tomábamos el trayecto hacia la explanada donde se celebraba el festival. Tardamos casi tres horas a través de diferentes caminos de arena, de tierra y piedras o terrenos de plantaciones abandonadas. Caímos en cuatro ocasiones pues la moto no estaba preparada para estos derroteros. Había momentos que debía bajar porque no podíamos avanzar por la excesiva arena del desierto. Llegamos a medio día y nos presentamos a Yuri, el jefe Peúl que se encargaba de los preparativos. Éste se alegró de nuestra visita, nos pidió tener mucho cuidado al anochecer al mezclarnos con los grupos y nos cedió dos esterillas para que pudiéramos dormir. Nos dijo que la celebración duraría toda una semana. Nos llevó a una zona algo apartada del mogollón de casetas de las comunidades peúles, junto a otros pequeños grupito de tuaregs y peúles que se quedaban bajo unos árboles, excelentes para evitar el solajero del día. A pocos metros teníamos los baños y el contenedor donde coger agua para lavarnos y beber, que por cierto ésta tiene un sabor muy particular que se puede beber sin problema. Junto a un árbol dejábamos nuestras pertenencias bajo el control de algunos vigilantes del evento y los que allí se quedaban junto a nosotros.
Los días se desarrollaron entre bailes tradicionales Bororos, donde una serie de filas de hombres peúles ataviados con sus trajes de llamativos colores, la cara pintada de ocre, los labios negros -algunos azules- resaltando sus enormes dientes blancos mientras cantan y bailan lentamente, van realizando alocados movimientos con los ojos para llamar la atención de quienes tienen en frente. En algunas ocasiones, de la que podría ser su futura mujer si es elegido por ésta durante una concreta ceremonia. También se realizaron bailes tradicionales tuaregs, se instaló un pequeño mercado donde se podía comer, beber diferentes tipos de bebidas, incluso café con leche, comprar artículos y adornos tuareg o peúl, cabras, asnos, camellos, ropa usada, cargar los móviles... Las relaciones fueron extraordinarias pues Aghali también conocía a mucha gente que allí estaba y nos parábamos a menudo a saludar, beber té, o comer con ellos -con la mano- en sus enormes bandejas repleta de arroz y carnes ya que fijo nos invitaban, y es que llegan a comer hasta cinco veces al día. Todos comen de todos y todos comparten lo poco que pueden alcanzar a tener. O lo mucho, pues también habían algunos jefes de clanes con sus súbditos, pero comían aparte y reposaban en sus casetas tradicionales sobre sus enormes camas de madera en la que pasaban prácticamente todo el día.

Al haber en el mercado muchos animales nunca faltó la carne de cabra asada o de vaca estofada en los puestos de comida. Incluso en alguna ocasión vimos sacar de un agujero hecho en el suelo una cría de camello recién asada que previamente había sido tapada con una plancha de metal. En su estómago, sin entrañas, habían depositado varios kilos de couscoús para que también se hiciera con el calor que producían las piedras incandescentes que previamente habían dispuesto en el fondo. Era la versión pobre del Mechoui, que según la tradición ha de meterse en el estómago del camello un cordero, y en el estómago de éste, a su vez, un pollo que ha sido rellenado con una paloma repleta de huevos, dátiles, piñones y otros dulces manjares. Que exquisitez! Todas las noches los cánticos y bailes bororos duraban hasta el amanecer, y en ocasiones me parecía estar en una película de esas americanas en las que de fondo se oye ese rítmico cantar de los indígenas: bajo las estrellas, a las tantas de la mañana, el silencio es roto por los tam-tam y cánticos de fondo... ¡que sublime harmonía!.
Uno de los días apareció un grupo de 10 japoneses que venían en cinco "todoterreno" y se iban a quedar dos días. Con sus llamativas máquinas fotográficas y sus obsesionadas ganas de fotografiar completamente todo revolucionaron totalmente el entorno. Muchos niños y algunos mayores los rodeaban no dejándolos apenas "trabajar" y eso hacía tenso el ambiente puesto que yo también era extranjero y podrían acosarme igualmente. La diferencia era que yo no sacaba tantas fotos seguidas, y como mi pequeña cámara va metida en mi riñonera no se ve, a la vez que tampoco voy dando la nota en mis movimientos. Entre la gente he podido pasar desapercibido en todo momento. Bueno, desapercibido no. Algunos se volvían con caras de incrédulos y otras bastante asustadizas al cruzarse conmigo. O algo así. También encontré a otro grupo de europeos en el que había una pareja de catalanes. Aghali me lo presentó y apenas hablamos unos minutos. El nota tenía cara de pocos amigos y con muy pocas cosas que decir. No se si sería por que no le gustó encontrarme o porque era otro de esos godos-cara-pinga con ganas de pocos amigos que se suele encontrar por ahí. El caso es que no le di más conversación y me alejé de su lado para que siguiera fotografiando empecinadamente. Se notaba que iba agobiado en su carísimo "Tour" contratado en casa.
El miércoles por la tarde, de repente y sin avisar, los comerciantes comenzaron a marchar del lugar. Decían que en otro emplazamiento, a unos cientos de kilómetros, había comenzado otro Geerewol y querían desplazarse hasta allí con sus negocios. Esa noche nos mudamos de lugar y dormimos con un grupo de la comunidad peúl junto a sus casetas de rafia y otras de camping. Y a la mañana siguiente nos disponíamos a volver a Abalak para dirigirnos a ese otro festival que prometían más tradicional puesto que el que estábamos asistiendo era una reunión de asociaciones de peúles que todos los años se juntan para discutir sus problemas y llevar conclusiones a los políticos nigerinos para una mejor relación entre las comunidades del país.

Al llegar a Abalak se notaba una gran cantidad de movimiento en la estación de minibuses, lo que supusimos se trataría de los grupos de gente que ya se estaban movilizando para el gran festival. Descansamos del trayecto unas horas en la misma casa donde nos habíamos quedado anteriormente, aproveché para reservar el billete de bus de vuelta a Niamey para el lunes, pues la próxima semana se me acaba el visado de estancia en el país, y volvimos a tomar carretera. Nos habían dicho que el poblado donde se celebraba el festival estaba a 80kms, así que no dudamos en darle "marcha" a la moto. Pero cuando pensábamos que ya estábamos llegando nos dicen que el lugar se encontraba aún mas lejos y debíamos hacer en total 125kms. No me lo podía creer, nos dieron información errónea y debíamos circular muchísimo más por una carretera que parecía que no iba a ninguna parte y que a mí no me garantizaba la seguridad de no ser detenido por la policía por circular sin custodia militar, obligatoria para todo extranjero que se aventure a llegar a sitios lejanos sin informar a las autoridades locales.
El camino que llevaba hasta la explanada donde se celebraba el festival estaba en buen estado comparado con los anteriores. Aunque llegamos de noche pudimos localizar al jefe peúl encargado del evento, Gorsso Boka, quien nos ofreció una tienda de camping previo pago de 15.000cfa mas una cuota por asistir a los bailes y que al final quedó en 10.000cfa por todo, tras una sutil negociación por las dos noches que queríamos quedarnos. Nos dijeron que el festival duraría dos semanas y que éste era el más auténtico de todos porque vendrían comunidades de muy lejanas partes y que apenas tiene carácter turístico. Pero no me lo llegué a creer del todo. Ya estaba harto de tantas mentiras. Nos estaban cobrado por asistir!!. En otros acontecimientos no habíamos pagado por nada. También había llegado otro grupo de japoneses y parece ser que pagaron una suculenta cantidad para quedarse, pero no nos dijeron cuanto apoquinaron. Habían acampado algo cerca de donde estábamos.
Como los otros grupos que hemos visto, iban con una amplia escolta militar, obligatoria cuando se viaja con una agencia, y que habían tenido que pagárselos ellos mismos.
Entrada la noche encendieron varios fuegos y un grupo de bororos en fila y con enormes pulseras metálicas en los pies comenzaron a realizar sonoras danzas mientras cantaron durante varias horas. Era algo diferente a lo que habíamos visto en Tanfargan.
Al amanecer encontramos a muy pocos grupos de bororos y apenas se oían algunos cantos. Nos dijeron que estaban llegando poco a poco. Ese viernes al atardecer se realizó una "Ceremonia de Elección" de parejas por parte de dos muchachas entre los jóvenes que realizaban el baile. Lamentablemente los japoneses invadían el centro del evento con sus miles de irracionales fotografías. Llegué a pensar que habían pagado para que se realizara el acto.

Ellas iban vestidas con faldón de raya de colores y envuelta desde su pecho hasta la rodilla de un manto blanco -supongo que indica pureza- ataviada con una diadema de pelos trenzados donde le colgaban varios kauris, o pequeñas caracolas blancas sagradas que en otros tiempos era la moneda de cambio en África -supongo que también indicaría un símbolo sexual por su parecido al clítoris-. El grupo escogió a ocho individuos entre los ocho grupos diferentes que allí se encontraban al que podría ser elegido por las muchachas, los situaron en el centro del grupo y les pusieron a cada uno una especie de largo rabo de rafia trenzado terminado en una bola despeluzada -supongo igualmente que significaría el falo y ya tenemos la combinación necesaria para la unión- que los diferenciaba de los demás. Ellas se dirigieron lentamente, unos hombres que llevaban el orden de la ceremonia -siempre hombres-, las hicieron arrodillar y mirar fijamente al grupo, y tras levantarlas y dar lentamente ellas varias vueltas concéntricas con la mano izquierda apoyada en la cara, la primera se dirigió a un lado del grupo y comenzó a caminar moviendo el brazo derecho hasta que se detuvo en uno de ellos, dio media vuelta y regresó donde se encontraba la segunda jovencita. Había elegido a quien le parecía que más hermosamente había gesticulado y se había movido entre los demás. La segunda, se dirigió al grupo y tras dar varias vueltas haciendo el mismo gesto se detuvo en el mismo y regresó. Que extraño me parecía. No lo podía creer... ambas habían elegido al mismo individuo!! Los asistentes me decían que era debido a su gri-gri (amuleto) que portaba y había atraído con fuerza a las dos. Mi pregunta era: ¿las compartiría esa misma noche, o que haría con ellas dos? La respuesta me la dieron más tarde: la primera no era la que elegía pareja sino la que veía al más hermoso. La segunda lo elegía. Es decir, habían coincidido y eso era motivo de elección. Al día siguiente y como la cosa no mejoraba, sólo habían llegado algunos grupos de mercaderes decidimos volvernos a Abalak a terminar de pasar el día y esperar a la mañana siguiente para coger el bus de vuelta a Niamey.
La vuelta fue cuanto menos caprichosa, pues pinchamos en cuatro ocasiones las dos ruedas. Nos habríamos traído con nosotros un mal de ojos de algún espíritu enfurecido por no habernos quedado en el lugar un tiempo, al menos, prudente?
Una vez en la capital me volví a quedar en la Village Chinoise -había llamado la noche anterior para reservar habitación-, pero como había llegado muy justo de tiempo, ya que se me terminaba el visado, no pude ir al Parque Nacional de Kouré para ver de cerca sus famosas Jirafas aunque, según un empleado de una agencia, últimamente hay que hacer muchos kilómetros dentro del parque ya que con las últimas lluvias que ha habido parece ser que no se encuentran muy cerca de Kouré. Cuesta 10.000cfa la entrada, 5.000cfa el guía obligatorio para entrar y otros 5.000cfa por el vehículo, que es necesario para recorrer el interior en busca de los animales. A parte, si se quiere hacer todo en una jornada -avisando un día antes-, otros 60.000 o 70.000cfa por alquilar un vehículo con conductor, y luego habría que sumar las posibles trabas que puedan poner los policías que custodian ciertas partes de la carretera y quienes posiblemente quieran también ganar "algo" en el negocio con el turista.

Así pues, aproveché para ir al banco, sacar algo más de dinero y comprar el billete de bus para ir a Gao (Mali) la mañana siguiente. Afortunadamente la tarjeta Master Card me funcionó en la ventanilla del Banco Internacional de África, que en varias ocasiones me habían dado bastante Cfa's para continuar viajando.