El único medio de transporte por lo tanto son las embarcaciones tradicionales: Pinasas (largas y estrechas piraguas a motor con un toldo, de hasta dos pisos, que cargan todo tipo mercancías y llevan también pasajeros. Son más rápidas que los barcos pero más
Para llegar hasta Tombouctoú no es necesario hacerlo por el río, pues hay otros transportes por carretera, aunque el trayecto sea algo lento, incómodo y caluroso. Pero teniendo tiempo de sobra, como es mi caso, no me ha importado esperar una semana hasta la llegada del barco de la Compañía Maliense de Navegación (C.M.N.) que realiza el trayecto desde Bamako hasta Gao en una semana, o más, según dure las paradas debido a la cantidad de mercancías a cagar y descargar, haciendo diversas paradas durante su recorrido, volviendo una vez cargados nuevamente a su punto de partida. En mi caso, que llegué a Gao un martes a medio día, había perdido la oportunidad de haberlo cogido inmediatamente si se hubiera
El barco que cogí, el Tombouctou, es un ferry pequeño que se encuentra en relativa mejor condición que los otros dos (el Kankou Mussa y el General Soumaré) y es bastante cómodo. Tiene cinco clases diferentes: Cabinas de Luxe, con dos camas, baño y es climatizada, ubicadas en la cubierta superior; los Camarotes de Primera tienen también dos cama o litera, un lavabo y se encuentran en la cubierta de en medio; los Camarotes de Segunda tienen dos literas (cuatro personas), están en la cubierta segunda, no tienen ventilador, y es absolutamente calurosa durante todo el día y parte de la noche, y es la que cogí (37.500cfa/tres comidas al día) con los apestosos aseos fuera y compartido con los demás
Al anochecer, bajo una hermosísima luna llena salimos del puerto de Gao. Parte de la familia había acudido para despedirme. En pocos minutos la embarcación fue dejando atrás las pocas luces que a esa horas se vislumbraban desde la ciudad, y sobre la 1:00 detuvo su marcha junto a una de las orillas, que se podía ver con claridad debido al resplandor lunar y donde se oían de fondo el repetitivo e incansable cantar de las aves. No se si de suerte, casualidad o que el encargado de la oficina del puerto donde había reservado el billete del barco se enrolló muy bien conmigo pero en mi camarote sólo me he quedado yo, lo que me ha dado la oportunidad de dormir las tres noches sin que nadie me molestara con ronquidos o entrando y saliendo a cada rato.
No arrancó hasta las 4:30. Y al amanecer, la estampa de la hermosa orilla, un verde manglar por un lado y el sonido de la
Aún así, las imágenes que se ha quedado en mi mente, y algunas en mi cámara, han sido extraordinarias: aldeas de casitas en la misma orilla rodeada de verdes pastos que procedían directamente del río y detrás dunas de color ocre que envolvía todo el resto del paisaje; isletas completamente cargadas de vegetación que han quedado en medio del río debido a la cantidad de agua que lleva, donde algunas cabañas de madera y rafia o pequeñas casitas cuadradas de ad
En las orillas o los puertos que parábamos era siempre un hervidero de almas vestidas con los más diversos y llamativos colores, o de curiosos que se acercaban simplemente a ver el barco maniobrar. Era el acto más importante de la semana en la vida de unos aldeanos que en su monótono que-hacer diario servía para realizar
En fin, me ha servido para conocer diversos aspectos geográficos, paisajísticos y humanos, sobre todo en el barco con una gente muy curiosa, principalmente los muchachos que se interesaban por mi destino, o mi procedencia. Tres noches y dos días navegando el río Niger que han servido para seguir avanzando en mi viaje, con dirección esta vez oeste y llegar hasta las puertas de dos desiertos: el del Sáhara y el del Sahel.
Ahora me encuentro en la legendaria ciudad caravanera de Tombouctou, fundada como campamento estacional por los Tuareg en el año 1.100, y que con el paso de los años fue un centro comercial
En 1.996 se celebró aquí el acuerdo de paz que puso fin a la rebelión de los Tuaregs y los árabes contra el gobierno maliense quemando y destruyendo simbólicamente unas 3.000 armas. El monumento de la Llama de la Paz así lo refleja al norte de la ciudad frente al desierto.
Alcanzamos el puerto de Koroumié, a 17kms. de Tombuctú, a las 7 de la mañana así que nuevamente habíamos llegado con un retraso de más de 10 horas que me sirvió para ahorrarme una noche de hotel y poder ver el lugar con luz plena. Había leído que algunos mochileros se habían quedado a dormir en la Misión Católica de Tombuctú por lo que quise probar suerte e intentarlo. Los hoteles y camping son algo caro a no ser que uno se quede a dormir en las azoteas o en tiendas tradicionales dejando las mochilas sin mucho control
Cuando me dirigía a un jeep 4x4, que hace de taxi colectivo, un joven de tantos con quien había tenido alguna conversación en el barco fue a mi encuentro y me llevó hasta su padre, que había venido con su coche a traer a unos familiares y de paso saludar a su hijo que seguía rumbo en el barco hacia otro pueblo. Me dijo que subiera al coche de su padre, que me alcanzaría hasta Tombuctú. Vaya, que suerte nuevamente!! Saliendo del puerto llevó también a un militar que hacía autostop. Conducía su Mercedes casi nuevo como todos los africanos, a lo loco, pasando por encima de los baches sin darle importancia, hasta que en un momento que sacó la cabeza para oír un imaginario ruido en la rueda trasera el coche se le fue del carril y chocamos contra un poste de luz. Rompió radiador y ventilador. No lo podía creer. Era testigo presencial de las imprudencias que tanto he criticado en este viaje por África. Varios coches pararon para ayudar y al final tras varios intentos infructuosos de arreglar el tema continuamos ya que faltaban pocos kilómetros para llegar. Dejó el coche en su trabajo y subimos a otro para continuar hasta nuestros destinos. A mí me dejó primero, cerca de la Iglesia Católica, lugar donde quería quedarme a dormir.
Tras preguntar la posibilidad de alojarme unos días, el vigilante, Abdurramán, un musulmán que también arregla zapatos en la acera de enfrente hizo algunas llamada y me pasó con Gerónimo, el sacerdote encargado de la parroquia y que habla español. Luego de hacerme algunas preguntas me permitió quedar a pasar algunas noches. Tendré que
He paseado un poco esta polvorienta ciudad y parece interesante. Los próximos días, si el tiempo es bueno, intentaré contactar con algún Tuareg para acordar un paseo en camello por las dunas saharauis y pasar una noche bajo las estrellas durmiendo entre las dunas, ya que al ser fin de semana la oficina de turismo está cerrada y son quienes con mayor fiabilidad pueden conseguir algún conocido que tenga camellos y haga paseos por el desierto.